Hablar por hablar
No acaba de salir una y ya estoy con otra. Otra última que es la tercera. Escribo esto antes de prestar oído a los comentarios de la segunda. No hablo en clave, hablo de la tercera colaboración para Páginas.
Muchos en Segovia acostumbran a expresarse de tal forma que no les entiendo. Hacen jeroglíficos que tenemos que descifrar de forma muy concienzuda. Para descubrir claves ya estaba José Luis Balbín, soltero de oro, junto con “el Guti”, del periodismo espadachín. Como este tipo de periodismo no es el mío, -hemos quedado que lo mío es lo extra rosa y la baldosa-, vamos a ello.
Mi Juani ya está en forma, ahora pretendemos estarlo también Chari y yo. Estamos como almas en pena. Mucho trabajo y pocas nueces. Chari se dedica a la moda y yo echo una mano en su boutique siempre que puedo. No hago cursos de escaparatismo de esos que subvenciona la Junta – tan europea ella, con sus fondos sociales de ayuda a parados y pequeños empresarios -, pero los escaparates nos quedan bordados.
Chari y servidora no paramos nunca, somos dos culos inquietos, siempre con iniciativas. Chari, que es del foro, se queja mucho de Segovia, dice que en nuestras calles se aparece Torquemada por las esquinas, que ya puedo tener cuidado. Yo le contesto que como me “encartan” en El Mundo, van veinte firmas antes que yo.
Hablo de estar en forma porque hemos cogido tres kilos de más con tanta cena fuera de casa. Desde ahora, y hasta Navidad, pensamos estar como Cleopatra, comiendo fruta, verdura, pescado y leche de cabra. Es la forma de seducir al prójimo como ella sedujo a Marco Antonio y provocó la guerra civil en la antigua Roma, César contra Marco Antonio. Pero nosotras no tenemos ese problema, somos dos pero acostumbradas a repartir.
Hablando de repartir, he tenido dos fines de semana a mis hijos en casa. Son como los de la serie de la tele: Pepe y Pepa, para la Santa Madre Iglesia, José y María José. Para mí la preferida es Pepa, ahora la llamo Pepita, desde que estudia empresariales y derecho en una privada de Madrid, se ha apuntado a las Nuevas Generaciones. ¿Comprenden lo de Pepita?. Es un amor, sobre todo porque su padre y su abuela son los que pagan sus ropitas de Serrano, y cuando se pone rebelde, de la calle Almirante.
Cuando vienen a Torrecaballeros me dan mucho que hacer. Aurora sube, Aurora baja. No paran, llegan en La Sepulvedana y a mí me tienen como si fuera La Rápida, eso sí, a deshoras. La niña termina los sábados a las dos de la madrugada en El Gimnasio. Jose termina a las seis en La Escuela, y yo, lo dicho: sube y baja. Lo peor es que entre viaje y viaje abro el frigorífico y me como la compra de chucherías de todo el fin de semana. Menudos sabaditos cuando vienen los niños.
Hablando de baldosas, esto de bajar los fines de semana a Segovia a horarios tan intempestivos me ha llevado a conocer la noche. Las noches dan mucho de sí para pensar y, aunque sean tan ajetreadas como las mías, puedes ver muchas cosas, eso sí, siempre en clave positiva: Pienso poner un vivero. Creo que puede ser buen negocio. Los niñatos que salen por la noche lo destrozan todo en pleno centro. Azoguejo y Fernández Ladreda aparecen de madrugada como si en Segovia hubieran entrado los vándalos antes de cristianarse. Yo cambiaría a la Policía Municipal por la Guardia Civil, en Torrecaballeros no pasa esto.
A las tantas de la madrugada me tocó entrar en La Escuela para recoger a mi chico y su amigo. Ellos se ahorran el taxi y yo me ahorro disgustos. Se empeñaron en tomar la última e invitarme. Me dieron los veinte minutos más ajetreados de todo el mes. ¡Esos ruidos que no son música! Ya no está una para esos trotes, y con esos ambientes nocturnos, comprendo que mi hijo sea objetor.
Pasa la vida, se van los hijos a estudiar, y Chari y yo todas las tardes colgadas del teléfono hablando de hombres. Chari me llama para contar sus cosas, ella es como el Soberano, “cosa de hombres”, pero la que de verdad entiende de ellos soy yo, entiendo más del género masculino que Isabel II. Chari es lo contrario, para vender moda se las pinta sola, pero para cazar un hombre es más sosa que Enrique IV. Hablando del bueno de don Enrique, en las cercanías de su palacio empezamos a trabajar y no acabo en encontrarme del todo. En fin, para lo que hacemos, que más da que no me encuentren...
Estas noches solitarias dan para escribir, entre párrafo y párrafo veo la tele, no aguanto tanta basura, si el Navarro tira de la Veneno, el Sardá ofrece más ración de sexo, al parecer es lo que hace subir la cuota de pantalla y la facturación publicitaria. Corto la tele. No soporto la basura, antes de aguantarles me compro el libro de Los Winsord.
Desprecio a los periodistas que corean lo oficial o se recrean con la mierda que no hace daño a los poderosos y entretiene a los gentiles. Me gustan los periodistas que escriben desde la calle, aunque sean mal hablados como Umbral o Cela. Echo mano de los periódicos, leo sus columnas y me acuesto con un ladrón.
Publicado en Páginas de Segovia en diciembre de 1997
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