Cartas a vos
Déjame entrar
Envenenadas miradas que nada dicen, solo sienten para vos, no comparten. Fuego helado que incisivo hurga en los cimientos de una línea que no se ha de rebasar. Desdicha que no compartida enfurece al que no entiende, porque nada sabe de vos.
Entre vientos gélidos supura la mañana. La vieja herida se abre si no curó bien. No ha de servir echar tierra. Hundir la ponzoña en el pozo de la continuidad no ayuda. Cierra en falso, y pronto el veneno que espera la ocasión sabedor de su poder enfermizo y maloliente, desatará la ira de la ignorancia. No la deseada, la impuesta por vos.
Ventilar oscuros pensamientos. Malgastar henchidas palabras sin fundamento; no ves vos por no mirar. Esquivar y esperar merma los cimientos del entendimiento. Dime vos que ocultan tus ojos, de que mal cargan las lágrimas que resbalan por la mejilla de vos en soledad. Rompe el escudo y revela tu cuento por maldito que sea. Un final es un final, para bien y para mal solo augura un comienzo. Otra oportunidad.
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