
Una guía editada por la Diputación Provincial y la Academia de San Quirce reúne las fortificaciones de la Guerra Civil en torno a la ciudad de Segovia.
Carlos de Miguel ha recopilado en una guía las edificaciones bélicas que se levantaron relacionadas con la defensa de la capital segoviana a lo largo de la contienda.
La obra editada en la colección “Segovia al Paso”, trata de ser un acercamiento al conocimiento de estas construcciones desde un análisis eminentemente histórico, huyendo de cualquier análisis político, que no es en este caso, objeto de la obra. El libro se presenta este jueves a las 19.00 horas en el salón de Plenos de la Diputación.
Uno de los ejes centrales de la guía es el de acotar y clarificar los términos que se emplean para designar las fortificaciones bélicas, que se suelen englobar de forma indebida con el término “trinchera”, cuando evidentemente no todas estas infraestructuras lo eran ya que, además, dentro de ellas había varios tipos, como las de defensa o las de comunicación.
Así, el libro propone la aclaración entre las llamadas trincheras, puestos de tiro, puestos de mando, parapetos, muros aspillerados, abrigos, nidos de ametralladoras, fortines, blocaos o viviendas.
En la construcción de estos elementos participaban varias unidades. Los trabajos de planimetría, acabados etc., eran dirigidos por las diferentes unidades de ingenieros y zapadores en ambos ejércitos y los trabajos duros los llevaban a cabo los batallones de trabajadores, fundamentalmente de presos de guerra.
No se escapa que el largo frente se extendía desde Peguerinos a Navafría por toda la sierra, pero el autor ha circunscrito su trabajo en los alrededores de la capital segoviana, cuya línea de defensa es muy interesante de investigar por las edificaciones que se llevaron a cabo.
Y otro de los capítulos trata de acotar temporalmente la época de cada edificación. El autor apunta que suele pensarse que todas surgieron con motivo de la Batalla de La Granja y no es cierto: “aunque fue un punto de inflexión importante en el desarrollo de la contienda, la temporalidad se extiende a lo largo de todo el conflicto e incluso algunas de las más importantes y representativas se levantaron en sus postrimerías”.
Tal es el caso del fortín de la pradera del Bosquecillo, realizado al final del periodo bélico, concluido en marzo de 1939, construido con más calma y una de las construcciones más llamativas para el autor por la calidad de la obra, la conservación y la facilidad de acceso. Una infraestructura que sirvió de modelo para algunas de la Segunda Guerra Mundial.
El autor aboga por la protección de estas construcciones “desde un punto de vista puramente historicista”.






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