Mañueco, nada rencoroso con Herrera
A diferencia de otros políticos, que no perdonan una y aguardan pacientemente la ocasión de tomarse la revancha, piensa “El topillo” que el rencor político no anida en el ánimo parte del actual presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco. Lo demostró ayer volcándose en la toma de posesión de su antecesor, Juan Vicente Herrera, como nuevo miembro del Consejo Consultivo de Castilla y León.
Protocoloriamente, su presencia no era obligada en el acto, ya que dicho Consejo emana directamente de las Cortes y, aunque goza de plena autonomía, a ellas está adscrito administrativamente a través de la Secretaria general de Apoyo a las Instituciones Propias de la Comunidad. A mayor abundamiento, tampoco tomaba posesión el presidente -su amigo y paisano Agustín Sánchez de Vega- sino simplemente un consejero, eso sí, en este caso de carácter nato y con derecho a permanecer en el puesto hasta cumplir la edad de 70 años.
El hecho es que Fernández Mañueco se desplazó a Zamora y en su discurso no escatimó elogios a Juan Vicente Herrera, al que de entrada no dudó en calificar como “un hombre de Estado”. El presidente de la Junta calificó de “intachable” la trayectoria del ex presdiente, del que afirmó que “merece todo mi reconocimiento y agradecimiento, no solo en lo institucional, sino, sobre todo, en lo personal”.
De semejantes palabras alguien pudiera deducir que Mañueco ha contado en su carrera hacia la presidencia de la Junta con el apoyo incondicional de su antecesor. Pero la realidad es exactamente la contraria: Es presidente a pesar de Herrera, que maniobró todo lo que pudo justamente para evitarlo.
Aunque, congreso tras congreso, le mantuvo como secretario regional y número dos del PP de Castilla y León, Juanvi nunca apostó por Alfonso para sucederle en el partido y en la candidatura a la presidencia de la Junta. Llegado el momento, Herrera manejó dos opciones alternativas. Una de ellas fue precisamente Pablo Casado, entonces diputado por Ávila y vicesecretario de Comunicación en Génova. Pero ni Mariano Rajoy ni Dolores de Cospedal tragaron con esa propuesta. La segunda opción no era otra que la de Antonio Silván, quien siempre gozó de su predilección. Pero se convocaron primarias y de nada le sirvió a Silván que Herrera y sus afines de se volcaran a su favor.
Consumado el relevo en la presidencia del partido y con él la candidatura a la Junta, Herrera tenía en su mano hacerle un favor político a Mañueco: renunciar a agotar su mandato presidencial para permitir al candidato del PP afrontar las elecciones autonómicas desde el Colegio de la Asunción. Y tampoco se prestó a ello, aguantando en la poltrona hasta el último día. Visto lo cual, lejos de guardarle ningún rencor político, la magnanimidad del actual presidente de la Junta hacia su antecesor puede considerarse infinita.
El Topillo de Castilla y León
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