Lo que el viento se llevó
No hemos entrado en agosto y el verano se nota más que nunca al ojear el periódico.
Mientras unos las matan callando, otros nos matan de tedio con tanta rueda de prensa estúpida que tan sólo consigue ocupar un hueco en las páginas de los diarios. Estos, cada vez más, se parecen al Boletín Oficial de la Provincia. ¡Que aburrimiento, Señor, que aburrimiento!
A José Antonio López Arranz, el día que se le ocurra una idea le saldrá un chichón. Los sociatas, a falta de ideas y líder, hacen las cuentas del Gran Capitán hablando de presupuestos. Merino nos explica que la cosa de los horarios del comercio está fetén, no vaya a ser que pierda el voto de los tenderos. Claro, que votos, lo que se dice votos, sólo los tiene Aznar. Merino se limitó a firmar su fotografía, creyéndose Alejandro Sanz, y a colgarse de las farolas a falta de algo más excitante.
Un viejo periodista, sabio y todavía en activo, habla de cuando en cuando del maestro Bonafoux y "las cuatro pes". Putas, policías, políticos y periodistas se pasaban el día revueltos para confusión y desconsuelo de los ciudadanos. Como consecuencia, las primeras perdían afición, los segundos dejaban sueltos a los ladrones, los terceros terminaban por servir a quienes no deberían y los cuartos, sólo se afanaban en conseguir alguna bicoca de las primeras o de los terceros. El maestro lo decía hace un siglo y, salvo lo de las putas, que han venido a menos, todo sigue igual.
Y así estamos, dale que dale hablando de la liberalización de horarios comerciales, del sufrimiento de los pobres farmacéuticos y de lo mal que lo pasan los de las gasolineras. De abogados, colegios profesionales, estancos, notarios, registradores, editores de libros de texto y demás gremios protegidos mejor no hablar. Podríamos estar escribiendo la Espasa en verso.
Hasta hoy hemos vivido con los resortes gremiales e intervencionistas del franquismo que mi primo Felipe mantuvo e intensificó. Es hora de cambiar sin miedo si no queremos tener a perpetuidad un Pujolín mandando en cada autonomía con su carterita de clientes pagando el peaje. Cambio es lo que necesitamos para mantenernos en forma. Como yo, que me apunté al gimnasio con mi niña y estamos las dos recibiendo más piropos que la tal Ania (a poco) y que el Ismael del hermano petardo de Tele 5.
Para que se defienda el comercio hacen falta ciudades habitadas, y en las nuestras, cada vez tenemos menos habitantes. Para comprobar esto basta con dar una vueltecita por inmobiliarias y constructoras y ver el precio del metro cuadrado. Están los precios elevados al cubo, con lo cual, mi hija ni alquila ni compra. Ya le digo: hija, vente pal pueblo, sea cual sea, que aquí se respira, se evita el estrés y la piel tiene otro color.
Ya lo decía María Ostiz: Un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es, abrir una ventana en la mañana y respirar, la sonrisa del día en cada esquina y trabajar...
En los pueblos de Segovia el suelo es más barato y el personal puede elegir más metros por menos dinero. Y es que a Segovia con el suelo le pasa como a Hong Kong en el mar: que está lleno de tiburones.
Ahí está el quid de la cuestión. Si las ciudades estuvieran vivas, el comercio y las tiendas lo estarían también. La cultura del prica es la del chalet adosado, y eso es lo que se promueve con la especulación del suelo en nuestras urbes. Coge el chándal, y arreglá pero informal, con los niños al prica, que es sábado y así matamos el rato.
Si nuestros ayuntamientos tuvieran otras fuentes de ingresos, y no sólo la del suelo, los tiburones comisionistas se pasearían por otras lindes y no estarían al acecho de los concejales de media España. Y digo yo, que lo estudié en primaria ¿no hay Meseta para hacer tantas casas como familias e incluso el doble? Pues se conoce que tenemos que seguir jugando al Monopoli.
Mi abuelo en las tardes de verano, después de la siesta, no rezaba el rosario. Como buen librepensador nos leía poemas de don Antonio Machado. Siempre recuerdo ese “del pasado efímero”: Bosteza de política banales / dicterios al gobierno reaccionario, / y augura que vendrán los liberales, / cual torna la cigüeña al campanario /. En este gobierno sólo hay un liberal, se llama Aznar y llega con la revolución tranquila en esto del comercio y la competencia.
Mientras gremios y sindicatos preparan la movida, Aznar está tranquilo. Sabe que tienen más votos los consumidores que empresarios y sindicalistas juntos. Que para hacer una sociedad moderna hace falta competencia. Competencia por un tubo. Desde el tubo de aspirinas hasta los dodotis, desde las cremas para el dedo gordo del pié, hasta las estafas de adelgazantes se venden en la farmacia. Pero en mi Sepu de toda la vida, no pueden tener farmacia aunque tengan farmacéutico.
Un farmacéutico tan sólo puede tener farmacia por herencia o por traspaso, eso sí, en caso de que le toquen doscientos millones en la Bonoloto. Y esa no es una España moderna, esa es la de charanga y pandereta de don Antonio.
Adam Smith decía que toda reunión de empresarios termina en una conspiración contra los consumidores. Hay una verdad de perogrullo en defensa de la ampliación de los horarios comerciales: crearán más puestos de trabajo que los que se puedan destruir. Lo que nos hace falta son leyes que promuevan la competencia, que establezcan reglas claras en los mercados para tener menos tiburones, que Villalonga se quede en Miami para que Chari tenga las mismas oportunidades que cualquiera con sus Matildes y que mi Pepita se compre un piso en Segovia pagando un precio razonable. De esta forma el comercio de las ciudades tendrá movimiento y en el futuro, yo me ahorraré la tortura de ir al prica con los nietos.
El viento de la revolución industrial acercó el ferrocarril y montó industrias; nuevos aires crearon el estado del bienestar. El vendaval de los noventa entró por la red y ya pocos conciben su vida sin el móvil, el ordenador y el Internet. Hasta yo pongo e-milios a mi amiga Chari cuando no la encuentro en su casa. Viejos y anacrónicos esquemas son los que el viento se llevó.
Lo dicho: ¡Más madera, ha llegado la competencia!
Publicado en Páginas de Segovia en junio de 2000
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