
El quehacer del boticario, en la rebotica con el granatario
"Sin duda, toda botica, tuvo siempre una receta o fórmula magistral como especialidad de la casa. En Segovia, repleta de conventos y monasterios, encontramos varias referencias sobre pomadas hechas en boticas monacales".
Esther Maganto
Cualquier boticario que ejerciera su oficio en el Siglo XVI debía cumplir con ciertos requisitos: conocer la lengua latina –con el fin de interpretar las recetas médicas-, tener cumplidos los veinticinco años y contar con cuatro años de práctica antes de presentarse al examen frente al Tribunal del Real Protomedicato. Cuatro siglos después, la tercera generación de la familia Gallego –D. Julián, D. Luis y ahora d. Juan- sigue regentando la farmacia, que no botica, conocida por los segovianos como “la de Los Picos”, sus obligaciones –entre otras-, anotar en el Libro Recetario y el Libro sobre Estupefacientes cuantas recetas se dispensen diario.
El espíritu del Renacimiento –humanista, crítico y científico frente al tradicionalista del periodo mediaval- marcó, junto con la invención de la Imprenta, unas nuevas directrices en lo referente a materia médica. La obra Boticas, Boticarios y Materia Médica en Valladolid (Siglos XVI y XVII) recoge algunas de ellas: en 1953 el rey Felipe II regula el oficio con el fin de diferenciarlo de la profesión de médico; en la pragmática con fecha de dos de agosto se señalan los textos sobre los que se examinarían a los aspirantes, tales como lo Cánones o el Modo Faciendi, al tiempo que se lleva a cabo "“l encargo a una comisión de tres médicos de tres boticarios de elaborar una Fharmacopea general antes del plazo de dos años, que por desgracia se prolongaría hasta ciento treinta y seis”.
Andrés Laguna
Por otro lado, las nuevas traducciones –difundidas ya impresas- de obras clásicas escritas en latín permiten corregir los errores de interpretación de los monjes medievales. El médico segoviano Andrés Laguna, nacido en la Calle del Sol –judería vieja- entre 1510 y 1511, traduce al castellano el título De materia Médica, escrita por el médico griego Pedacio Dioscórides en el siglo I de nuestra era y considera durante milenio y medio como el libro fundamental de la farmacopea.
Laguna, añade al texto de Dioscórides, nuevos datos y comentarios. En el Libro Quinto, el Capítulo VII se titula curiosamente De la Natura del vino, que el médico griego comienza con “el vino viejo es dañoso a los nervios y a todos los otros instrumentos de los sentidos, dado que es más agradable al gusto. Por donde conviene se guarden de él los que algún miembro interior lo tienen flaco. Empero los que están sanos, puede seguramente beberle en pequeña cantidad, y aguado. “Andrés Laguna, comenta posteriormente que “manda beber agua Dioscórides tras la embriaguez, o por más honestamente hablar, vinolencia, para que se reprima los vapores del vino, que no suban a la cabeza, temple su encendimiento y hervor, y a la fin le ayude a distribuir mejor por las venas. Y dado que Aristóteles diga que el vino grueso en extremo, y de muy difícil distribución, el cual penetra y sube más fácilmente, siendo desleído y adelgazado con agua”.
Farmacia “De los Picos”
Gusta Alvaro Cunqueiro de describir en su obra Tertulia de Boticas Prodigiosas y Escuela de Curanderos (1976), la botica de Aquisgrán, la de Camelot o de la Tabla Redonda, la de la Escuela de Traductores de Toledo, la de los antipápas o la botica de los rabinos de Jerusalén, y todo, porque el oficio de boticario que ejerciera su padre le fascinó desde niño: “mi padre preparaba la tintura de yodo, un vino aperitivo, o las limonadas purgantes para la gula del obispo de Solís. Se me aposentó en la imaginación la idea de las farmacias todas del mundo, que era mágica y fui curioso de ellas, recogiendo noticias de aquí y de allá, preocupado de elixires y venenos, de la cosmética antigua y de la gloria de la almibarada de jarabes y de lectarios, como la monja del Arcipreste”.
Si el oficio de boticario se afianza generación tras generación, tal es el caso de D. Juan Gallego, hoy farmacéutico; su antecesor, su padre, D. Luis Gallego, y antes su abuelo, D. Julián Gallego –quien comprara hace sesenta años la farmacia levantada junto a la Casa de Los Picos-. De la antigua botica, establecimiento donde se dispensaban los medicamentos aún se conservan las cajoneras de madera con sus correspondientes nombres y una colección de cerámica farmacéutica, que tras haber perdido su uso, sólo se muestra como objeto decorativo. La rebotica, sala interior repleta de frasquería y útiles como el alambique –para destilación -, el pildorero –para fabricar píldoras a mano- o el granatario –balanza-, desapareció tras la remodelación de hace unos años, aunque la familia Gallego conserva los objetivos a modo de piezas museísticas; sin embargo, y como contraste, junto al material informático desde donde se gestiona el negocio, aún se utilizan a diario las pesas de precisión o los morteros de cristal en la elaboración de una o dos fórmulas, primordialmente cremas.
En las cajoneras solían guardarse las distintas drogas, entendidas en el ámbito farmacéutico como productos en bruto de los que se extraen los medicamentos; si bien se incluyen hojas o raíces de plantas dentro de los productos vegetales –algunas de las reflejadas en los inventarios, como l zarzaparrilla, la coca, la quina, el caucho o el guayaco se encuentran entre la flora indiana llegada tras el Descubrimiento-, las sales se identificarían con los minerales. Con respecto a productos de procedencia animal podrían reseñar el esperma de ballena, rico en grasa, con el que se elaboraban supositorios, cacaos y diversos ungüentos.
Especialidades
Sin duda, toda botica, tuvo siempre una receta o fórmula magistral como especialidad de la casa. En Segovia, repleta de conventos y monasterios, encontramos varias referencias sobre pomadas hechas en boticas monacales; Santos S. Cristóbal Sebastián, refleja una de ellas en título Monasterio de San Vicente el Real de Segovia. Modoñedo. 1996: “Las viejas abadías tuvieron siempre su propia farmacia. En ella las monjas elaboraban medicinas a base de hierbas, bichos y otros elementos de la comunidad, - se originaron muchas recetas que hoy perduran aunque perfeccionadas por las modernas técnicas. San Vicente El Real tuvo su propia farmacia, y –hasta épocas muy recientes -, en ella compraban las gentes sus medicamentos. Es más: la comunidad ha conservado unas fórmulas propias que nunca salieron de sus muros. Tales son por ejemplo, ciertas pomadas para curaciones o enfermedades de los ojos.
Esther Maganto / Oficios y Quehaceres
Fotografía: Gustavo A. del Campo
Publicado en Páginas de Segovia en noviembre de 1997
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