El pasado domingo la ciudad de Segovia renovaba su voto a San Roque, abogado de epidemias, como tradicionalmente se ha realizado desde el año 1599.
Segovia renueva el voto a San Roque todos los años en la iglesia parroquial de San Millán. Este año ha sido diferente, el santo se acercó a la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos y la alcaldesa Clara Luquero, escoltada por los maceros, realizó un corto camino entre la casa consistorial y el templo catedralicio.
El acto, repetido por corregidores y alcaldes de la ciudad, se celebra cada 16 de agosto desde 1599 en agradecimiento a la intercesión del Santo durante la peste que afectó ese año a Segovia.
Jesús Cano, párroco de San Millán, ha recordado estos días la tradición que existe en el barrio de celebrar san Roque y renovar cada año el voto en agradecimiento a su intercesión para salvar a Segovia de la peste hace más de cuatro siglos.
“Desde 1599 el Concejo de Segovia acordó celebrar el voto (promesa de fidelidad) a S. Roque como agradecimiento a la intercesión del Santo por ser librados y curados del mal de la peste que había asolado a la ciudad. El Historiador segoviano, Diego de Colmenares, habla de 12.000 muertos. La epidemia parecía incontenible. Todo era horror y lástima; enfermos y difuntos por doquier; los templos y cementerios se llenaban de cadáveres”.
Es una fiesta contemplada por el Ayuntamiento como un acto solemne. El alcalde (la alcaldesa), en nombre y representación de toda la ciudad, renueva el voto en el ofertorio de la eucaristía, agradeciendo todas las bendiciones venidas de Dios por la intercesión del Santo.
El párroco de San Millán resalta que “la fiesta de S. Roque no es exclusiva de la parroquia de San Millán, sino de toda la ciudad, porque fue toda la ciudad quien se sintió protegida y ayudada por la intercesión de este santo; por ello, acuden masivamente de todos los barrios”.
San Roque es un santo muy popular en España y Europa. Originario de Montpelier (Francia), del S. XIII y XIV. Sintió la llamada de Dios al seguimiento de Jesús en pobreza y entrega absoluta a los demás. Peregrinando a Roma, se encuentra con la peste por todos los lugares. De una forma decidida y solidaria, se entrega a los enfermos en cuerpo y alma. Les consuela, les habla de Dios, les da esperanza y muchos se sienten curados. Al final, él mismo es contagiado por la misma peste. La tradición cuenta de él que se retiró a un bosque, al lado de una fuente y, casi sin fuerzas, comienza a sentir hambre, motivo por el cual, cuenta la leyenda que un perro todas las mañanas le llevaba un panecillo. Finalmente, muere en el Señor.
“En este estado de pandemia, parecido al que vivió San Roque, nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que somos, de nuestra fragilidad y las limitaciones de nuestra vida; del gran sufrimiento causado por la enfermedad y la muerte por la que han pasado muchos de los nuestros; la angustia y la impotencia para aliviar y sanar a muchos enfermos que se han quedado en el camino; el dolor y la tristeza al no poder despedir a nuestros fallecidos con el calor y la cercanía de la familia y los amigos, como tampoco ofrecer una despedida en la fe de la Iglesia que les dio acogida y sostén desde el día de su bautismo. Ciertamente, ha sido (o está siendo) un drama muy doloroso” resalta el párroco de San Millán.
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