Castigado sin regalo por cargarse la Fundación Villalar
Ignora “El topillo” si, llegadas estas entrañables, los altos cargos de las instituciones siguen disparando con pólvora del Rey, acompañando sus felicitaciones navideñas con regalos, más o menos generosos, cargados a la partida de “atenciones y mamonadas varias” del correspondiente Presupuesto. Antes de la anterior crisis económica, lo del gobierno de Juan Vicente Herrera batía todos los records de desvergüenza: Cada uno de los consejeros hacía un regalazo valorado en cientos de euros a todos los demás miembros del Consejo de Gobierno, con lo cual todos ellos se llevaban a casa por Navidad presentes por importe de varios miles de euros a costa del erario.
Decretado por la Merkel el “austericidio” en la Administración Pública española, el mismo gobierno que dilapidaba de la forma expuesta en beneficio personal de sus miembros promulgó en 2011 un Código de Austeridad, embrión del posterior Código Ético y de Austeridad aprobado en 2015, que formalmente ponía fin a ese tipo de prácticas, ya que prohibía tajantemente a los altos cargos de la Junta aceptar cualquier clase de regalo que fuera más allá de “las muestras de cortesía habitual” (“por ejemplo, unas botellas de vino”, llego a precisar la entonces Portavoz de la Junta).
Los regalos institucionales por Navidad no son lo que eran, aunque haberlos haylos, aunque sean de valor material tan módico como el realizado por el alcalde de Villalar de los Comuneros, Luis Alonso Laguna. El regidor de la villa comunera, veterano de mil batallas políticas, una de las cuales puso fin a décadas de militancia en el PSOE, ha elegido como presente navideño un libro “en formato panfleto” (así lo presenta la propia editorial) titulado “Delito de silencio”.
Bajo ese título se reúne una recopilación de escritos en modo reflexión del que fuera director general de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, abogando por la una defensa más activa y decidida de los derechos humanos y sociales. El coste del ejemplar es de tres euros y los beneficios generados por la publicación se destinan a la Fundación “Cultura de Paz”.
Le cuentan a “El topillo” que Alonso Laguna ha remitido el librito a todos los procuradores de las Cortes, excepto a uno de ellos, que no es precisamente el de Vox. El castigado sin regalo no ha sido otro que el presidente de la Cámara, el “ciudadano” Luis Fuentes, a quien el alcalde comunero no perdona ni perdonará jamás su denodado empeño en cargarse la Fundación Villalar, lo que devino en su reconversión en la Fundación Castilla y León, mutación en la que se sacrificó el símbolo y la significación histórica del 23 de abril, que pese a ello sigue siendo la fiesta oficial de Castilla y León (San Ikea, que llegó a decir Fuentes).
Lo que no tiene claro “El topillo” es si, en caso de que se haya enterado de su exclusión, el presidente de las Cortes se la habrá tomado como una afrenta o, por el contrario, como un timbre de honor que enorgullece al leonesista que antaño fue.
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