El estrés hostelero ante los lunes del "cierrabares"
“Sufre más estrés que los caballos de….”. Y en los puntos suspensivos colocaban los aficionados al “bello arte del rejoneo”, que dicen los cursis”, a un rejoneador vallisoletano cuya brusca monta sometía sus engalanados equinos a mayor tortura aún de la infligida al infortunado morlaco que había tenido la desgracia de caerle en suerte.
A estas alturas del Covid, con todas sus olas y cepas quien más quien menos acusa en mayor o menor grado la consabida fatiga pandémica. En grado máximo los sectores obligados a convivir con el virus, no todos los cuales han tenido la fortuna de firmar un convenio como el suscrito en esta comunidad entre SATSE, el Sindicato de Enfermería, y el gobierno de Alfonso Fernández Mañueco, que por esta vía ha conseguido resquebrajar la unidad del frente constituido contra su errática y temeraria gestión sanitaria.
Pero sanitarios y asimilados al margen, si algún sector está siendo sometido a un estrés al límite de la capacidad de resistencia humana, ese sin duda el de la Hostelería de Castilla y León. Lo suyo es un auténtico sinvivir que no ha dejado de ir a peor durante los casi 13 meses que llevamos de pesadilla.
En esto tiempo, solo han sabido a qué atenerse durante el cierre total que conllevó el confinamiento inicial. A partir de la primera desescalada, los hosteleros empezaron a padecer el particular suplicio derivado de los continuos bandazos y ocurrencias de la Junta, que no ha dejado de dar palos de ciego desde que se hizo corresponsable de las restricciones a adoptar. Restricciones a veces tan arbitrarias como el adelanto en dos horas del toque de queda basado en aquella pintoresca argumentación sobre el ocaso. (Han pasado seis semanas desde el varapalo del Tribunal Supremo y el director de los Servicios Jurídicos de la Junta, Luis Miguel González Gago, sigue en su puesto vigilando la hora de la puesta de sol).
Últimamente el lunes se ha convertido en el día fatídico. Previo acuerdo con el vicepresidente Francisco Igea, a Fernández Mañueco puede darle por convocar un Consejo de Gobierno extraordinario y decidir, como ha hecho este lunes, cerrar de un día para otro el interior de bares y restaurantes allá donde la incidencia acumulada supere los 150 casos. Un criterio respetable si no fuera porque no se compadece con los aplicados en circunstancias en los que la contagiosidad era muy superior. Y sobre todo una medida de dudosa eficacia en el caso de ciudades, como la de Valladolid, rodeadas de un amplio y surtido alfoz n afectado por estas nuevas restricciones.
Si se tiene en cuenta que la Junta a duras penas viene aflojando las magras compensaciones económicas para paliar la ruinosa situación del sector, se comprenderá el hartazgo de los hosteleros, que no solo creen que están pagando los platos rotos de la negligente gestión de la propia Junta, sino que empiezan a sospechar que Mañúeco e Igea (la consejera Verónica Casado sigue estando a lo que le digan) utilizan a la Hostelería como chivo expiatorio para exhibir ante la opinión pública un rigor frente a la pandemia que ha venido brillando por su ausencia en otros muchos aspectos.
En la antigua normalidad, el “cierrabares” era el individuo que apuraba hasta más allá del límite el horario de cierre nocturno de los garitos de copas. En la actual situación la palabra ha recobrado una acepción literal que en Castilla y León personaliza como nadie, quién si no, el inefable vicepresidente de la Junta. Que lo seguirá siendo mientras Inés Arrimadas, hoy de visita, no decida otra cosa.
Segovia al día no se hace responsable de las opiniones de nuestros colaboradores.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.99