Colmado el vaso de la indignidad política de la consejera Verónica Casado

Poner en duda la salud mental del disidente o del adversario político constituye una execrable práctica que remite a los más abyectos regímenes totalitarios. Reciente está la repulsa democrática que suscitó el bochornoso comportamiento de cierto diputado del PP, un tal Carmelo Romero, que desde su escaño gritó “Vete al médico” a Iñigo Errejón, el líder de “Más Madrid”, que acababa de intervenir reclamando mayor atención a los problemas de Salud Mental.
Lamentable resulta que uno de esos energúmenos que se comportan como hooligans de la política intente valerse del anonimato de la bancada parlamentaria para proferir ex abruptos de ese tipo, pero que una consejera de Sanidad -repito, de Sanidad- cuestione desde el banco azul de un Parlamento la salud mental de una representante de la oposición es algo sencillamente incalificable. Y eso es lo que hizo ayer en el pleno de las Cortes Verónica Casado cuando se dirigió a la procuradora socialista Patricia Gómez en los siguientes términos: “Me preocupa la Salud Mental, mucho, y la suya especialmente”.
Esta desaforada afirmación provocó una monumental bronca en el hemiciclo, del que fue expulsada la vicepresidenta primera de la Cámara, la socialista Ana Sánchez, quien recriminó de forma airada la alusión de la consejera a su compañera Gómez. A partir de ahí se sucedieron las salidas de tono por uno y otro bando, seguidas del abandono en bloque del pleno por parte de todo el grupo socialista, que no regresó a sus escaños hasta una vez concluido el turno de preguntas.
Paralelamente, la bronca prosiguió en Twitter donde el portavoz socialista, Luis Tudanca, deploró las palabras de la consejera, Ana Sánchez arremetió con el presidente de las Cortes, Luis Fuentes, por su decisión de expulsarla, y, como no, el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, el gran crispador, echó leña al fuego colgando una foto de la bancada socialista, imagen tomada por él mismo desde su escaño vulnerando la norma que prohíbe realizar fotografías en el hemiciclo. Igea -precisamente él, se necesita ser desahogado- lamentó además “la falta de educación y respeto” (y no de su patrocinada Casado, sino por supuesto la de los socialistas). En resumen, un espectáculo bochornoso provocado sin ninguna duda por el incalificable ex abrupto de la consejera de Sanidad.
Verónica Casado, que llegó al cargo con el marchamo de haber sido proclamada “la mejor médico de familia del mundo”, ha sido y es una auténtica calamidad como consejera de Sanidad. Su gestión, antes y durante la pandemia, ha sido un desastre de principio a fin en el que ha exhibido tanta ineptitud como impostura, con un manifiesto desprecio hacia los ciudadanos y hacia al propio personal sanitario ante el que se ha ganado a pulso el mayor de los desprestigios. Su trayectoria se ha visto jalonada por continuos fiascos y desaguisados, el último de los cuales ha sido su irresponsable decisión de suspender la pasada semana la vacunación con AstraZeneca.
Por si no fuera suficiente todo lo anterior, ayer colmó el vaso al incurrir en la indignidad de cuestionar la salud mental de la oposición, lo que la inhabilita para seguir un día más al frente de la consejería de Sanidad. Si ella no es consciente de ello, el presidente que la nombró debería serlo.
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