La consejera Casado no se fía de sí misma y responde a la oposición leyendo respuestas escritas

Sea porque la sesión comenzó con un minuto de silencio en homenaje a David Beriain y Roberto Fraile, los dos reporteros españoles vilmente asesinados en Burkina Faso, sea porque no estaba en el ánimo colectivo volver a liarla, el hecho es que el pleno de las Cortes discurrió en la tarde de ayer dentro de la normalidad, sin que el fuego cruzado entre la Junta y la oposición desbordara los límites admitidos en las convenciones de Ginebra.
El presidente Fernández Mañueco protagonizó un conato de inflamación al esgrimir sin venir a cuento la sentencia del Supremo sobre el IVA como arma arrojadiza contra el gobierno Sánchez, sin que la cosa pasara de una leve fricción en la que el socialista Luis Tudanca hubo de recordarle que el contencioso tenía su origen en una decisión de Cristóbal Montoro y que los socialistas de Castilla y León habían apoyado la reclamación judicial de la Junta.
El Crispador Mayor de Castilla y León, que no otra cosa es el vicepresidente de la Junta, renunció ayer a su rol, mordiéndose la lengua (con el peligro para su salud que ello conlleva). Igea estuvo de lo más conciliador con la socialista Virginia Barcones, con la que se mostró de acuerdo en los estragos que causa en la igualdad el desplome demográfico. Obviamente no compartió la acusación socialista de que la Junta sigue impasible ante la sangría poblacional, porque no es cierto que no esté haciendo nada: no hace nada, pero en dos tazas.
El Crispador Mayor de estos antiguos Reinos ni siquiera entró en el cuerpo a cuerpo con Pablo Fernández, el procurador de Podemos, que concretó varios ejemplos de lo que viene haciendo la Junta para acabar de hundir el desarrollo sostenible del medio rural: favorecer macroexplotaciones ganaderas tan contraproducentes como la proyectada en Noviercas (Soria), poner alfombra dorada a un proyecto tan devastador y peligroso como el yacimiento de uranio a cielo abierto que promueve la multinacional Berkeley en Retortillo (Salamanca) o permitir que las explotaciones mineras conviertan la sierra abulense en un queso de Gruyer.
Por su parte, la consejera de Sanidad, Verónica Casado, aventajada émula del Crispador Mayor, adoptó medidas preventivas contra la incontinencia verbal que desató la caja de los truenos en el pleno anterior. Acudió con todas sus intervenciones, respuestas y públicas, escritas, limitándose a leerlas en con tono displicente y dando deliberadamente la espalda a los procuradores preguntantes, en este caso los socialistas Ángel Hernández y Alicia Palomo.
De suerte que Casado pasó olímpicamente de las críticas del primero ante los bandazos de la Junta en materia de restricciones, en especial el estrangulamiento de que viene siendo objeto la Hostelería, y despejó con patadones hacia el anfiteatro del estadio Zorrilla el compromiso de dotar a Segovia de una Unidad de Radioterapia: los segovianos con patologías oncológicas seguirán condenados sine die a viajar a Valladolid, Salamanca o Madrid para recibir tratamiento. En una interpelación posterior precisamente sobre Salud Mental, Casado se resistió a disculpase por el ex abrupto lanzado en el anterior pleno contra la socialista Patricia Gómez, teniendo la desfachatez de afirmar que su alusión se había “manipulado”. Además de faltona, la consejera nos ha salido contumaz en el desvarío. Lo mismito que su padrino el Crispador Mayor.
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