Pese a la habilidad con que se maneja ante micrófonos y cámaras, Casado se mostró ayer visiblemente nervioso al tener que responder a una pregunta sobre la posibilidad de que Aznar pueda tener in mente romper con el PP para crear un nuevo partido. “Yo no creo que haya ninguna cuestión que no conozcamos, sigue siendo toda una referencia para el PP y no entendería que estuviera en otro partido distinto al que refundó y al que llevó al gobierno de la nación”, acertó a decir de forma un tanto balbuceante.

La creciente hostilidad de Aznar hacia Rajoy -ayer volvió a lanzarle nuevos dardos envenenados- le pone cada más difícil a Casado conciliar las dos lealtades: La que está obligado a mantener hacia Rajoy, que lo nombró vicesecretario general y le ascendió al número uno del Congreso por la provincia de Ávila, y la que le debe Aznar, del que fue asistente político y el que movió los hilos para colocarle en la lista abulense en las elecciones de 2.011.

La estrecha vinculación entre Casado y el ex presidente suscitó recelos en Génova desde el mismo momento en que se hizo cargo de la vicesecretaria de Comunicación. El entorno marianista acogió su llegada con reservas, sospechando que podía ser el “tapado” del aznarismo de cara a la sucesión, máxime cuando el ex presidente, medio en serio medio en broma, así lo había dejado caer en alguna ocasión. Si ello ya colocaba a Casado en una situación incómoda, no digamos hasta donde llega esa incomodidad después de que Aznar desvinculara la fundación FAES del partido y renunciara a la presidencia de honor del PP.

En todo este tiempo el vicesecretario de Comunicación ha mantenido inalterable su buena relación con Aznar. De hecho, no ha faltado en las pasadas Navidades a la comida que el ex presidente celebra a finales de diciembre con los que han sido sus fieles colaboradores personales. Peliaguda tesitura la de Casado, sobre todo cuando la brecha que separa a Aznar de Rajoy parece definitivamente insalvable.