Orientalismo
Desde pequeño he mamado un tufillo "new age" con estribaciones orientalistas. A saber, macrobiótica, vegetarianismo, meditación, control mental, tai-chi...
Mis padres, como buenos hijos de su generación, participaron en todas aquellas modas con ecos de progresía y en toda la artillería de los años 60 que a este país, por la obra y gracia de una guerra civil y la posterior dictadura de un "yayo" persistente (tengo entendido que, pese a toda la presión del llamado exilio, se murió en la cama saludando las mañanas al paso de la legión) llegó 20 años más tarde.
El caso es que a medida que ha crecido mi escepticismo y mi edad, todas aquellas soluciones a mil problemas han pagado los platos rotos de este descreído que escribe.
Años más tarde, y con mis padres más relajados en lo referente a toda esta panoplia, pero no ajenos a ella, algunos de mis amigos han comenzado a coger el testigo. Debe ser el síndrome de la mediana edad. El caso es que, lejos de reconocer que cogemos años, kilos, responsabilidades y estrés, todos creemos que más allá de lo plausible, hay un lugar para métodos que, siempre, siempre, siempre, me han reportado la sensación de que su principal fuente de éxito radica en un halo de misterio, de solución diferente a lo que entendemos por normal... de magia. Y yo para truquitos, los justos. Porque no pondré en duda que la carne de vaca loca se nefasta, ni tampoco que me parezca horrible la industria cárnica con esos mecanismos de arrancar vida. Pero aún tengo que meter mis dedos en las llagas para creer que un vegetariano es más sano que un omnívoro con cerebro. Vamos, que un aficionado a los excesos ya sean de carne o rábanos, tiene asegurado recuperar gran parte de la inversión que depositamos en la seguridad social.
Envejecer, así, como suena, no es plato de gusto para nadie, y menos en la sociedad del photoshop, la cirugía de colorín y el deprecio a las canas. Aún así, supongo que preso de esta sociedad en la que vivimos, no desprecio el cuidado de uno mismo, aunque ese 'culto al cuerpo' sea una manifestación de materialismo extremo y, en última instancia, otro pilar del tanto tienes tanto vales. Aún así, soy poco amigo de santerías que aseguran que plantando un rosal a la luz de la luna uno se mantiene joven y terso. Y en este paquete incluyo milagros, remedios caseros, plantas medicinales y técnicas milenarias de allende los mares.
Llegados a este punto, con el horizonte manchado por los rayos de un sol decadente, y un puño apretado, pongo a dios por testigo que nunca, nunca dejaré que un acupunturista me haga pasar... canguelo.
Publicado en Páginas de Segovia en diciembre de 2006
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