"Extra Rosa"
Estoy en el hotel, me encuentro tan agustito como Ortega Cano en el regazo de la Rocío. Mi habitación es una cucada, decorada con buen gusto y con una tele pequeñina.
Una ve mucho la tele en las horas muertas. Son muchos años separada y sin paga. Mi ex era el clásico jeta carca. Ya le dije cuando nos separamos: Las tendrás más resultonas, pero yo he criado a los niños, así que en la adolescencia les aguantáis tu madre y tú.
Mi ex no tenía ingresos de nómina, se dedicaba a la promoción inmobiliaria y la mayoría de sus ingresos eran en negro. Yo me conformé con la casita de Segovia, preparé las oposiciones y aquí llevo unos cuantos años. No quiero dar muchos detalles para que no me identifique el escaso vecindario.
Me organizo “muy guachi” en Torrecaballeros. Aquí, de cuando en cuando, se pierde la Miró, el Altares y hasta vive Fernando Delgado entre semana. Todos somos de buena familia, y cada cuatro años o así votamos a Felipe como la gente bien de progreso, que es la forma civilizada de ser de derechas con inquietudes sociales. Escribo “sociales” y no comunistas. Quiero que se me entienda para dejar claro que sólo me relaciono con izquierdistas con título, como Sartorius o Peñalosa.
A lo que vamos. Una está bien relacionada, integrada en la buena sociedad y “al loro de todo lo que pasa en sus senos”. Como pueden ver ustedes, de mayor quiero ser como Rosa Villacastín.
La verdad es que mi trabajo me aburre. El día me da para leer todas las revistas del hígado. El Hola, Semana, Lecturas y Diez Minutos las devoro entre jueves y viernes. Los jueves las compro cuando todas las de la Junta salimos al mercado de Los Huertos.
Como no tengo mucha antigüedad, no puedo aspirar a ser jefe de servicio. De joven hice periodismo, por eso me va la marcha. Hace unos meses me decidí a mandar el currículum a Páginas de Segovia y mira por donde Pedro J. (lo digo con cariño), me ha fichado para escribir en este espacio estelar.
Tiene que ser guachi ver publicadas tus crónicas dentro del periódico más joven, con más empuje y con menos pelos en la lengua. Por fin lo he conseguido. Además, me dicen que distribuyen 18.000 ejemplares en toda la provincia. Menuda carta de presentación para los veinte años de continencia periodística que llevo.
Una buena tarde me lo planteé: Aurora, ¡lo tuyo es hacer la crónica de sociedad con Alfredo Matesanz! Alfredo es el que barre en audiencias. Miles de oyentes le siguen cada día y yo tengo que estar en su programa. A los otros les oyen cuatro gatos y una está en el marujeo. Me encantaría salir antes de la “línea caliente”.
Los otros que barren en audiencia son los de Encuentros, pero yo no sé cómo daré ante las cámaras de la tele. Cuando Pilar vuelva un fin de semana le pediré consejo. Somos muy amigas y como ha dirigido en Barcelona la retransmisión de la boda de Urdangarín y la infanta, y para nosotras este es el orden, primero Iñaki, luego la infanta, tendré que esperar unos días. La boda le salió redonda. Eso es televisión y lo demás son tonterías.
Volviendo a Urdangarín, ese es un hombre. Alto, apuesto, de buena familia... Uno como éste necesitaríamos en Segovia. Joven y con buena prensa.
Nuestros últimos alcaldes siempre fallan por algún lado. En lo de la imagen me refiero. El dentista resultó simpático nada más, el socialista de la boda del Alcázar caía bien, pero en las fotos me recordaba a Woody Allen. Luego vino uno que le echaron a los cuatro días. Se puso otro médico y ahora éste que se sale por el techo. Entre tanto bajito, desaliñado y rompetechos el que mejor percha tenía era Zamarriego, de casta le viene al galgo. ¡Con tiendas de ropa y encaje fino ya se puede!
Me acuerdo cuando llegué a Segovia y me estrené como funcionaria y como divorciada. Eran los primeros años de la democracia y salieron por los de Suárez dos concejalas: Rosa y María José. La primera mandaba mucho, la segunda llenó la plaza de tiestos. Fue el primer toque femenino sin Sección Femenina. Hasta entonces, en Segovia, mandaba la carcundia, aunque el último alcalde de Franco, don Maximiliano, era un hombre campechano al que conocí dando paseos al atardecer por la plaza que entonces llevaba el nombre del dictador y unos años más tarde, con efecto retroactivo, pasó a ser de nuevo la Plaza Mayor, que para eso todos la llamaban así y no con el apellido del gallego.
Escribo así sobre el general para que mi ex se coja un buen cabreo. Durante mi matrimonio discutíamos todo el día de política y, aunque los dos cojeábamos por la derecha, yo siempre fui de Don Juan, que para eso una es de buena familia.
Bueno, pues lo dicho, aquí estamos. Pienso ser, si me dejan, una lengua sin pelos. Cuando tenga tiempo y después de mis cursos de locución en el foro, traeré artículos jugosos y crónicas del riñón. Mi objetivo está claro, seré como el Zorro en fémina.
Pienso poner a caer de un burro al arquitecto municipal y al mismísimo alcalde si no cambian las baldosas de Fernández Ladreda que, por cierto, son las mismas que han puesto en la plaza. Cada tres coches que pasan se rompe una. Mi amigo Juanjo se mancha el traje cada vez que llueve, se lo pone hecho un Cristo después de que los de la contrata de limpiezas pasen las maquinitas de regar. Dichosas maquinitas, con lo romántico que resultaban los tiempos en que los barrenderos regaban las calles con mangueras. De chiquilla les cantaba con mi amiga Chari eso de: “La manga riega, que aquí no llega, y si llegase, no me mojase”.
Recuerdo siempre esa escena de Almodóvar, la de Carmen Maura, en plena noche madrileña, debajo de la manguera con su vestido rojo. Aquellos tiempos de la movida eran los míos. Hasta casada con el tarugo de mí ex marido disfrutábamos de las calles de Madrid, del veraneo en Torrecaballeros y, en pleno Agosto, de nuestra casa de campo en Fuenterrabía, allí sí que hay clase.
Vuelve El Zorro vengador, el que luchaba contra todos los caciques del emperador Maximiliano de Méjico. Por el día como atontolinao, como Superman, por la noche de farándula, pensando en el Pueblo, EL PUEBLO sí, con mayúsculas, porque lo que el pueblo pide es “Tómbola”, “Que me dices”, “Extra Rosa”, Dianas y Urdangarines, más Urdangarines y menos duques de Lujo. Dentro de poco todas pedirán a gritos: ¡Aurora Limón, queremos a Aurora Limón!
Todos atentos, Aurora Limón se escribe con Z.
Publicado en Páginas de Segovia en octubre de 1997
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