Vacaciones en Roma
Mi Juani es un sol. Su nombre coincide con el de la chacha de Emilio Aragón. Me doy cuenta de ello cuando se me pone malita. Lleva unos días en cama y me ha tocado hacerlo todo. Lo que más me ataca es la plancha. Las blusas de mi ropero son la envidia de toda la Junta. Una vez al año, aprovechando los moscosos, paso un fin de semana en Londres y otro en Milán; a ser posible coincidiendo con la época de rebajas. Es la forma de hacer acopio de vestuario.
No me considero tan pija como la Norma Duval, sobre todo hablando, y desde luego nunca voy a tener tantos contratos como ella. Al fin y al cabo una no sale en los mítines de campaña al lado de Aznarín. A lo que iba, a una le gusta ir bien vestida al trabajo y que me vean en la ventana de La Concha y los mentideros de la plaza y aledaños.
El mes de octubre ha dado mucho de sí. Roma, San Frutos, cenas, comidas funcionariales y sondeos. Muchos sondeos y no estadísticas. Al parecer las conclusiones de algunos hacia ellos mismos y su trabajo, son tan poco edificantes que echan chispas y quieren matar al mensajero. La recomendación que les doy es la siguiente: encaje y sentido del humor. Es la única forma de no tener arrugas en el semblante y úlcera de estómago en cuatro días. A una también le toca aguantar carros y carretas y aquí está, con un cuerpo danone y sóla ante el peligro.
Una vez al mes nos reunimos las chicas del servicio de la Junta de diferentes provincias. Es por sistema de rotación, no es que cambiemos las comensales, cambia la provincia y el restaurante, con lo cual casi siempre me toca viajar.
La última cena en José María fue sólo para las chicas de Segovia y a los postres hablamos de los chicos; los chicos para nosotras son nuestros jefes, esos que en teoría cambian cada cuatro años y que al final son siempre los mismos. Todas somos de la administración, pero nos gusta mezclar sabores. Ya se lo imaginan: “reunión de funcionarias, político muerto”. ¡Es tan divertido hablar de ellos! Los provinciales, locales, junteros y nacionales. En la tertulia, después de los postres, la estrella de la noche fue Manolito González Herrero. No tengo el gusto de conocerle personalmente, pero entre las del ayuntamiento causa más espasmos que “el chico de la Coca Cola”. Da igual que llegue en traje azul o en vaqueros, cada vez que se atusa esa melena encanecida todas suspiran. Más de una sueña con el cuento de amor de Prety Woman. Ah, por encargo de las municipalas ruego, desde esta página, que el concejal de urbanismo deje los trajes cruzados y modernice su vestuario, todo menos su forma de ser. Todas coinciden en que es un encanto...
Hablaba de Roma, cada vez que ponen “Vacaciones en Roma” por la tele, mi amiga Chari y servidora preparamos las maletas. De adolescentes soñábamos con ser Audrey Hepburn, nos sentíamos tan princesas como ella, con cara de ángel, inmensos y expresivos ojos y figura estilizada. Mi papá, cuando cumplí los dieciséis, nos llevó a Roma en uno de sus viajes de negocios. Nos alojábamos en un hotel en Vía Barberini. Como mi padre tenía la Agenda más completa que el alcalde y no usaba secretaria, Chari y yo hicimos a solas todos los recorridos de la película de Gregory Peck y su princesa. Fue entonces cuando tomé la decisión de estudiar periodismo. Ya sé que no todos los reporteros entregarían las fotos del “paparazzi” y olvidarían el reportaje. Y no lo digo por los cinco mil dólares, lo digo por la notoriedad. En este mundo de la comunicación le gusta a más de uno lucir el palmito y hacerse el importante, pero en una película romántica el amor es el amor.
Hace tres semanas las dos pudimos recordar nuestro primer viaje a la Ciudad Eterna. De la Piazza del Popolo a la de Venezia recorriendo la Vía del Corso y con parada en el Café Alemagna para almorzar. Al atardecer, en las terrazas de la zona del Panteón “helado va, helado viene”, los helados italianos están más ricos que Richard Gere. El Trastevere lo recorrimos palmo a palmo, y además, tuvimos la suerte de ir al Teatro dell`Opera por puro desquite.
En Madrid no fuimos invitadas a la reapertura del Real, no somos envidiosas y con esa paletada de representación, mejor dejar el traje de largo nuevo para mejor ocasión. Inaugurar el Teatro Real así, es como abrir el Festival de Cine de San Sebastián con una de Chiquito de la Calzada. Al final, entre tanta obra y tantos pellones, saldría más barato fletar aviones para la ópera de Milán con entrada gratis total para todos los invitados. Cosas de la cultura en Madrid que se asemejan a otras, que yo me sé, en Segovia. La cultura subvencionada a estas alturas sólo tiene un final: El Tribunal de Cuentas. La Expo de Sevilla bien sirve como ejemplo.
Suena el teléfono, creía que era Chari o cualquiera de mis hijos.Pues no, es el jardinero. Mi jardinero es de Valsaín. Aquí en Torrecaballeros tiene más clientes de los que puede atender, yo apalabré su trabajo a mil trescientas la hora. Ahora resulta que, como Juani, también está con gripe. A mí me crecen los enanos como al Sardá los Galindos.
Aurora hija, esta semana lo llevas claro. Sin jardinero y sin Juani, ¡o pones un huerto o llamas a Telecompra Moreno!.
Publicado en Páginas de Segovia en noviembre de 1997
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