Hoy Miguel Ángel Blanco tendría 48 años, una vida por delante y probablemente las preocupaciones normales de las personas normales, feliz a ratos, como todos, seguramente disfrutaría de su mujer e hijos; haría deporte, seguiría tocando la batería con su grupo de música y escuchando a Héroes del Silencio. No pudo ser.

Para mí los recuerdos de aquellos días son terribles. Resulta difícil imaginar una muerte más cruel. Y cualquiera que merezca llamarse persona aquel día se puso en la piel de Miguel Ángel. Ahí empezó todo, ahí empezó el Espíritu de Ermua, por eso es tan necesario recordar a Miguel Ángel, para que nunca muera su memoria y que todos, sobre todo los más jóvenes, sepan que para ser dignos de su espíritu, no podemos traicionar los principios por los que le quitaron la vida.