El cristianismo está ahora perseguido. Y es que el secuestro de estas casi 300 niñas nigerianas, alumnas de colegios cristianos por parte del grupo yihadista Boko Haram, está teniendo un efecto positivo y es que los países occidentales tomen conciencia de la brutalidad de estos fundamentistas islámicos y que al mismo tiempo se sepa que el cristianismo es hoy la religión que sufre más persecución en todo el mundo.

El Papa Francisco acaba de decir que hoy hay más mártires que en los primeros tiempos de la Iglesia. Esas persecuciones de los cristianos tienen que ser un aldabonazo en las conciencias de todos los ciudadanos occidentales, los creyentes y los no creyentes. Porque los valores del cristianismo impregnan toda la cultura occidental.

Sin ellos no se puede entender ni nuestra Historia ni nuestra civilización. Y así lo tenemos que reconocer todos los ciudadanos occidentales, tanto los que vivimos el cristianismo como religión propia como los que profesan otras religiones o son agnósticos o son ateos.

Por eso, todos los ataques a los cristianos en cualquier lugar del mundo los tenemos que considerar un ataque a alguno de los valores esenciales de nuestra civilización. Porque el reconocimiento de la dignidad esencial de las personas, la igualdad de todos en derechos y deberes, esa la gran herencia que ha dejado el cristianismo en occidente. Y eso lo tienen que reconocer creyentes y no creyentes. Y todos tendríamos que estar unidos en la defensa de esos valores cuando son atacados, como está ocurriendo en Nigeria, en todos los países del mundo.