El contexto de la negociación
Por Andrés Ortega, presidente de la Federación Empresarial Segoviana.
Estamos a punto de cerrar el año 2022, un ejercicio que en materia económica está siguiendo una línea de enfriamiento progresivo, de clara desaceleración, por mucho que los pésimos augurios que dibujaban un otoño muy difícil no se han cumplido del todo, afortunadamente.
El dato adelantado de Contabilidad Nacional del tercer trimestre de 2022 muestra una moderación del crecimiento de la economía española, con un avance del 0,2% en tasa intertrimestral. En tasa interanual, el ritmo de crecimiento se frena hasta el 3,8%, frente al 6,8% del segundo trimestre. El avance de España se sitúa por encima de Países Bajos, cuya economía cayó un 0,4%, y de Austria, Finlandia, Luxemburgo o Bélgica, con descensos del 0,1% respectivamente.
En nuestro ámbito más cercano, la economía de Castilla y León creció un 3,1% en el tercer trimestre del año, lo que ha permitido superar el nivel de PIB anterior a la pandemia. En el anterior se alcanzó un 5% de crecimiento, lo que hace prever que la senda será negativa al menos en los dos próximos trimestres.
Las cifras hablan por tanto de desaceleración, no de recesión en nuestro caso. Pero lo cierto es que los empresarios vamos a comenzar 2023 con enormes incertidumbres encima de la mesa, y con una merma muy notable en la rentabilidad que sitúa en la cuerda floja a muchos negocios.
Hemos asistido, y seguiremos haciéndolo en los próximos meses si no se ponen soluciones rápidas y contundentes, a los primeros parones de producción porque la continuada subida de precios de todos los inputs (no sólo la energía; también las materias primas) hace que en muchos casos, las cuentas no salgan.
Esta es una línea roja, una alerta, que nos describe hasta qué punto se está dificultando la actividad económica, en un contexto de elevada inflación, altísimos costes, menor capacidad de consumo de los ciudadanos, mayores dificultades para acceder a financiación y un entorno internacional revuelto.
Hace pocos días, dos patronales importantes, la francesa Medef y la propia CEOE, reclamaron a las instituciones europeas más eficacia para una respuesta coordinada a la crisis energética que traslada problemas de competitividad a las empresas. Y que plantea riesgos que "podrían crecer de forma excepcional y acarrear deslocalizaciones de industrias intensivas en energía, cierres de empresas de todos los tamaños, destrucciones de empleos, así como un retroceso de la competitividad de la economía europea".
Es urgente, por tanto, atenuar el impacto de esos precios elevados y tanto los Gobiernos nacionales como en el ámbito de la Unión Europea.
Este es, a grandes rasgos, el contexto en el que las empresas afrontan el día a día. Y el contexto que, entendemos, tendría que valorarse cuando se habla, muy a la ligera en mi opinión, de subidas salariales de dos cifras porcentuales o de nuevos impuestos a la actividad económica.
Los empresarios hemos demostrado sobradamente nuestro compromiso con el Diálogo Social y con los Acuerdos de Negociación Colectiva, estamos a favor de un gran pacto de rentas y somos sensibles, evidentemente, con una situación compleja que nos afecta a todos.
Pero las empresas tienen que ser rentables para seguir creando desarrollo y empleo: con una presión fiscal insoportable, con una subida inasumible de los costes laborales, la única salida es el cierre. Y ningún país, desde luego no el nuestro, puede permitirse que las empresas paren o cierren.
La negociación tiene que partir de aquí, y no desde planteamientos que no se corresponden con la realidad actual de las empresas. Decretar, porque parece que es lo que se pretende, indexar la subida salarial a la inflación, acabaría con la viabilidad de muchas empresas, sobre todo pymes y microempresas, que conforman la mayor parte del tejido productivo de España y desde luego de Segovia.
Como organización empresarial, nuestro deber es velar por su supervivencia y revertir esa tendencia: en lugar de poner más trabas, más tasas y más costes, se debe aportar más apoyo, más seguridad jurídica y fiscal y, esto es importante, más empatía.
En esto, en la falta de empatía hacia el papel de los empresarios en la sociedad, sí que creo que desgraciadamente estamos a la cabeza de Europa.
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