Para algunas personas, la toma de decisiones, incluso aunque estas sean banales, puede convertirse en una tarea que genere estrés y malestar; un problema que, si se da de manera recurrente, puede derivar en falta de confianza en uno mismo y baja autoestima. Por ese motivo, saber tomar decisiones es necesario para disfrutar de una buena salud mental.
Se calcula que las personas tomamos unas 35.000 decisiones de media al día, de las cuales no somos conscientes en más de un 99%. Según un estudio que realizó Huawei hace unos años, nuestro cerebro “decide” de manera automática la mayor parte del tiempo y solamente son unas 100 las decisiones reales a las que nos enfrentamos cada día.
Aun así, esas “pocas” decisiones que tenemos que tomar a diario pueden ser un auténtico suplicio. La falta de decisión puede llegar a ser limitante para la independencia de una persona, que puede volverse más influenciable y sumisa. En algunos casos, las personas indecisas se pueden obsesionar con esa incapacidad para tomar decisiones y acabar sufriendo un trastorno llamado aboulomanía. Aunque esos casos en los que la sensación extrema de angustia e incertidumbre ante el hecho de tener que tomar partido por algo no son lo común, en general, tener que tomar una decisión es un reto para el que podemos prepararnos y disponer de herramientas que nos ayuden a superarlo de manera adecuada.
Cómo enfrentarse a la toma de decisiones
Una de las claves principales para enfrentarse a la toma de decisiones con éxito es el autoconocimiento. Es importante escuchar a nuestro cuerpo y emociones, saber cuáles son nuestros objetivos y motivaciones, o reconocer cómo reaccionamos ante determinadas situaciones. A partir de ahí, cada uno deberá actuar en consecuencia; no existe una fórmula mágica que funcione igual para todo el mundo, pero sí algunas consideraciones generales que nos ayudarán a decidir mejor.
Identificar el propósito
¿Por qué o para qué tomamos una decisión? Plantearse cuál es propósito de tener que elegir entre una u otra opción es determinante para decantarnos por una u otra.
Como decíamos, para saber qué queremos conseguir, es importante conocernos y tener claro con qué fin tomamos la decisión, sin dejarnos influenciar por los demás.
Para estar en posición de poder tomar buenas decisiones, también es crucial estar a gusto con nosotros mismos. A veces, tenemos que decidir bajo presión, bien sea durante episodios de estrés laboral o en otro tipo de situaciones de estrés, para obtener buenos resultados, resulta fundamental mantener la calma, intentar pensar con claridad y no caer en la confusión que nos puede producir un estado emocional inestable.
Valorar las diferentes opciones
Cuantas más opciones entre las que elegir tengamos, más difícil resultará hacerlo, hasta el punto de que podemos llegar a bloquearnos. Por eso, necesitamos cambiar la parálisis por el análisis, y valorar cuáles son las opciones que más nos interesan.
En este sentido, existen diversos métodos que nos pueden ayudar. Desde la clásica lista de pros y contras, hasta técnicas como la regla del 37%, que propone descartar las primeras opciones, pero tomando lo mejor de cada una para crear nuestro propio estándar, en cuanto encontremos una opción que reúna ese estándar, esa será la buena. Existen muchas investigaciones sobre este tema que han dado lugar a distintas herramientas, algunas muy conocidas en psicología como los 6 sombreros emocionales de Edward de Bono, que introduce el pensamiento lateral para promover la búsqueda de soluciones creativas a los problemas.
A la hora de valorar y descartar opciones, aunque tengamos en cuenta nuestros deseos y necesidades, y al final tomemos la decisión según nuestra intuición y razonamiento, siempre se puede pedir ayuda. A veces, una opinión externa o una fórmula hecha, por extraña que parezca, pueden ser muy útiles.
Aceptar responsabilidades y consecuencias
A menudo, el mayor obstáculo al que nos enfrentamos al tener que tomar una decisión es la anticipación, el odioso “y si…”. El miedo a equivocarse se traduce en falta de seguridad. No se trata de creer que siempre vamos a acertar o a tener razón, sino que la clave está en saber aceptar que nos podemos equivocar.
Tenemos que estar dispuestos a asumir las consecuencias de nuestras decisiones. Si resulta que no tomamos la decisión acertada, debemos ser responsables, admitir la equivocación y buscar una solución "no un culpable". Si hemos tomado una decisión de manera consciente, razonada y siguiendo lo que creíamos que era correcto, no tenemos nada de lo que arrepentirnos, pero sí mucho de lo que aprender para hacerlo mejor la próxima vez.
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