El segundo ataque terrorista de Hamas

La opinión de Irving Gatell para @EnlaceJudio
Podría decirse que Hamas acaba de perpetrar otro 7-Octubre, aunque de una naturaleza muy distinta al atentado terrorista que sacudió a Israel hace un poco más de dos años. Sin embargo, los efectos de este nuevo ataque pueden ser más nocivos a la larga, si Israel no reacciona de la manera adecuada.
Hamas acaba de publicar su versión oficial de lo que fue el ataque perpetrado el 7 de octubre de 2023. Previsiblemente, lo describe como una gran victoria para su causa, pese a que el resultado es que Gaza está prácticamente destruida.
Quien entienda la lógica de este grupo terrorista no se sorprenderá por esta aparente desconexión de la realidad. Recuérdese: a Hamas no le importa sacrificar Gaza con tal de llevar adelante su agenda. En ese sentido, la aplastante derrota militar que ha sufrido puede quedar relegada a un segundo plano. Craso error, sin duda, porque eso garantiza que la ecuación militar no cambiará, e Israel seguirá teniendo la ventaja en cualquier confrontación futural.
Sin embargo, las cosas no terminan allí. Hay otro nivel de conflicto en el que Hamas todavía puede hacerle mucho daño a Israel con este segundo ataque, y sin una respuesta adecuada, el daño puede ser peor, al punto de que la publicación de este documento debe ser considerado como el nuevo ataque terrorista masivo por parte de Hamas.
El documento, de manera explícita, se presenta como la propia narrativa de Hamas, y son dos los puntos que sobresalen y que representan el máximo riesgo.
El primero es que Hamas se presenta a sí mismo como una organización de resistencia que nunca ataca civiles, y que los israelíes muertos el 7 de octubre de 2023 fueron eliminado por las propias tropas israelíes cuando estas reaccionaron al ataque.
En principio, esto es fácil de refutar: Israel tiene a su disposición miles de minutos en grabaciones de video hechas por los propios palestinos, y ahí se puede apreciar cómo son ellos mismos los que cometen los crímenes.
El detalle crítico es que esto podría no funcionar si no se sabe cómo atender el segundo punto planteado por Hamas.
Este se trata de que Hamas considera un éxito total su ataque del 7 de octubre porque Israel quedó aislado de la comunidad internacional. Si no se pudo ganar la guerra militar, se ganó (o Hamas considera que se ganó) la guerra mediática, e Israel ahora es un paria en el mundo entero.
Esto no es exacto tampoco, pero es muy riesgoso. En realidad, Israel sigue gozando de un notable apoyo político global, y eso se puede demostrar en algo tan sencillo como esto: ni la administración Trump ni los gobiernos de las monarquías árabes sunitas han hecho absolutamente nada por frenar a Israel en sus objetivos militares. Dejaron que Hamas colapsara, pese a los muchos pedidos de auxilio que este grupo terrorista lanzó a lo largo de estos dos años. Y si se reinicia la guerra (o, más bien, cuando se reinicie la guerra) no van a interferir de ningún modo; van a dejar que Israel complete el trabajo.
Hay muchos países en el resto del mundo que están igualmente satisfechos con esta situación. Sabían que el eje iraní era un problema, y nada mejor que ver cómo Israel lo desbarató eficientemente. Por supuesto, sus políticos se lo callan y prefieren desenvolverse con una retórica ambigua que, a ratos, parece ser más propalestina que proisraelí. La razón de esta hipocresía diplomática se conoce bien: son políticos demasiado cobardes como para confrontarse con los sectores islamistas y progresistas de sus países, que han apoyado abiertamente el terrorismo de Hamas porque son rabiosamente antisemitas.
Afortunadamente, esto todavía no ha llegado a una crisis política real que ponga entre la espada y la pared a estos gobiernos, sobre todo en Europa.
Todavía, dije.
Podría pasar.
Ahí está el riesgo: si bien los liderazgos políticos en general entienden que Hamas debe ser destruido y, por lo tanto, Israel debe tener libertad plena de acción, hay toda una generación de jóvenes entre los 16 y los 23 o 24 años que ya se perdió. La propaganda islamista y progresista (“woke”) ha surtido efecto, y los ha puesto definitivamente en contra de Israel (y de toda la civilización occidental).
No son la mayoría de la humanidad, pero son los que podrían estar al frente de gobiernos y empresas dentro de treinta a cuarenta años. Y si dejamos que la siguiente generación se pierda, se volverán esa mayoría de votantes que definirán los resultados electorales dentro de diez o doce años.
Por eso es hora de que Israel le ponga verdadera atención a la guerra de narrativas. Y no se trata de publicar un documento similar al de Hamas, sino de combatir todo el esfuerzo propagandístico que se ha hecho desde canales como Al-Jazeera, y con el multimillonario apoyo de gobiernos como el de Qatar.
Repito: Hay una generación de jóvenes que prácticamente se perdió. Sin embargo, se puede recuperar a los que ahora tienen menos de 15 años.
Para ello, hay que pasar a la acción. Tomar la iniciativa, lo que significa que Israel tiene que asumir el objetivo de ganar esa guerra de narrativas a la que nunca le puso demasiada atención.
La guerra militar está casi terminada, cierto. La ganamos, cierto también.
Pero eso no significa que el conflicto va a terminar. Significa que lo más intenso de esta confrontación se va a trasladar a la guerra mediática, y no nos podemos dar el lujo de desdeñarla.
Reproducción autorizada por: @EnlaceJudio
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