Pese a que “El topillo” siempre ha sostenido que los balances financieros que presenta la Junta están más maquillados que la Sara Montiel de sus últimos años, lo cierto es que el gobierno de Juan Vicente Herrera ha colocado en los últimos años el mantra según el cual Castilla y León es una “comunidad cumplidora” y fiable en materia de déficit público.

El propio Herrera y la consejera de Hacienda, Pilar del Olmo, una consumada experta en materia de ingeniería financiera y contabilidad creativa, no se han cansado de reivindicar dicha condición frente a otras Autonomías, empezando por Cataluña, pasando por la Comunidad Valenciana y terminando por Andalucía, paradigmas del derroche, el despilfarro y el endeudamiento. Y han puesto el grito en el cielo cada vez que se ha planteado la fijación de un límite de déficit variable o que el ínclito Cristobal Montoro ha lanzado algún globo sonda relacionado con posibles medidas que alivien la situación de quiebra financiera de esas y algunas otras haciendas autonómicas.

Pues bien, el mito de la “comunidad cumplidora” se ha venido abajo con estrépito este lunes de Pasión, cuando se ha dado a conocer el déficit público con el que las comunidades autónomas cerraron el ejercicio de 2017. Y hete aquí que Castilla y León ha resultado ser la más incumplidora de todas las Autonomías, al registrar un déficit del 0,95 por ciento de su PIB y desviarse más de un 58 por ciento del límite del 0,6 fijado en su día por el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

El déficit de la comunidad no tendría que haber superado el tope de los 342 millones de euros y sin embargo se ha disparado hasta los 541, lo que consiguientemente incrementará un endeudamiento que en el tercer trimestre de 2017 se elevaba ya a 11.631 millones, el 20,4 del PIB autonómico.

El dato viene a constatar la sensación cada vez más generalizada de que el actual gobierno zombi presidido por Herrera se encuentra en una situación de caída libre que amenaza con dejar esta comunidad como un auténtico erial. Un erial además ennegrecido por lo que empieza a ser claramente una estrategia política de tierra quemada.

El topillo de Castilla y León