Gélido jarro de agua fría el que ha caído sobre el PSOE de Castilla y León al conocerse la composición del gobierno presidido por Pedro Sánchez. Y no es para menos, ya que las expectativas de que algún socialista de esta comunidad formara parte del nuevo Consejo de Ministros estaban fundamentadas. Se confiaba en que el presidente Sánchez recompensara con alguna cartera ministerial el destacado apoyo que encontró en Castilla y León en la dura batalla librada para recuperar el liderazgo socialista. Existía además el precedente de que Sánchez había valorado orgánicamente dicha contribución incluyendo nada menos que a seis socialistas de la comunidad en la actual Ejecutiva Federal del partido.

Sin embargo, a la hora de conformar su nuevo gobierno, la representación del PSOE de Castilla y León brilla por su absoluta ausencia. Ni uno solo de los nombres que han venido sonando (los que más Iratxe García y Mari Luz Martínez Seijo, aunque también Ander Gíl e Iban García del Blanco) se ha confirmado. Todo un chasco, máxime cuando la nueva alineación gubernamental delata que Sánchez ha tenido en cuenta el factor territorial, cuidando no solo la cuota catalana y andaluza -ambas obligadas por razones obvias- sino también la de otras comunidades, como Valencia, País Vasco, Castilla-La Mancha, Galicia o Madrid. Y no sirve tratar de maquillar el desencanto agarrándose al nombramiento de dos ministras, Margarita Robles y Reyes Maroto, que, aunque nacidas en Castilla y León, nunca ha tenido nunca la menor vinculación política con esta comunidad.

“Es hora de que este país tenga un gobierno a la altura de su gente”, escribía en Twitter el secretario autonómico del PSOE, Luis Tudanca, nada más conocer la composición del nuevo gobierno. Naturalmente, Tudanca no va a reconocer ni bajo tortura la decepción que sin duda le tiene que haber producido la ausencia de Castilla y León en el próximo banco azul. Una omisión que lógicamente no podía dejar pasar por alto el PP, que, por boca de su secretario autonómico, Francisco Vázquez, inmediatamente ha restregado al PSOE de Castilla y León el “ninguneo” de que ha sido objeto por parte de Sánchez.

Habrá que ver si la cascada de nombramientos de segundo nivel palía en alguna medida un chasco que recuerda mucho al que produjo en 1996 en las filas del PP de Castilla y León el primer gobierno de José María Aznar, que, en contra de lo esperado, tampoco incluyó ninguna representación de esta comunidad.

El Topillo de Castilla y León