Hace unos días leía un artículo de Jesús Cacho en Vozpopuli. Cacho es uno de esos viejos periodistas imprescindibles que saben de qué escriben, de quién hablan y cómo hay que hablar del que se escribe.

Cacho hacía una comparación escribiendo sobre la escombrera de gobierno que nos ha caído encima. No han sido uno o dos gobiernos, han sido tres: Zapatero, Rajoy y Sánchez. Tres escombreras seguidas para comprobar que España aguanta lo que la echen.

Si Otto von Bismarck decía en el XIX que “España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido”, Cacho, por su parte, comparaba al gobierno de Pedro y Pablo con los de Carlos IV y su hijo Fernando VII, ‘el Rey Felón’.

Pues bien, en esta tesitura y con esta porquería de clase política que nos ha caído encima, puede ser la hora de que alguno de los que tiene mando en plaza se ponga manos a la obra para solucionar algún entuerto.

La vieja jerarquía del PSOE intentó acabar con Sánchez, un político que tiene más peligro que el nefasto Largo Caballero. Pero no lo remató y ahora viaja en Falcon. Por su parte, los jerarcas del PP han hecho algo similar desde que Aznar entronizó a un ser pusilánime como Rajoy. Nadie le plantó cara y todos se dedicaron a la política de extender cheques a la clientela.

Desde el año 2004, Zapatero se dedicó a destripar a la izquierda tradicional y sustituir los viejos principios de la socialdemocracia por unos mantras acuñados por los progres pijos y millonarios de las universidades norteamericanas. De esa escuela nació el movimiento reaccionario de los quincedesmayaos. Así le ha ido a la izquierda desde entonces. Mandan, sí. La pregunta es: ¿Para quién?

Si esa falsa izquierda manda desde entonces, ¿a qué se ha dedicado la falsa derecha? Pues es sencillo de analizar. Se han dedicado a extender talones y tirar de chequera. La derecha que dejó a un Fraga que fracasaba (elección tras elección) en la cuneta gallega, esa derecha que fue capaz de hacer política durante unos cuantos años, se ha dedicado a tirar de talonario y no discutir ni una sola idea de la herrumbre ideológica en la que nos instaló Zapatero.

Si algo se atisba en la impronta que Pablo Casado está dando al PP es que, por el momento, piensa plantar cara ante una izquierda entregada al racismo nacionalista más reaccionario, el catalán y el vasco.

Pablo Casado es el último cartucho que le queda al PP para no ir a su propio entierro. Mientras Sánchez ha decidido destruir al viejo partido socialista como ya hicieran sus correligionarios en Italia, Francia o Grecia, a Casado no le queda más remedio, para salvar a su partido de la quema, que volver a los viejos principios que hicieron de la vieja Europa o la nueva América un buen lugar para vivir. Esos principios, como los Mandamientos, se resumen en dos: Libertad y Propiedad.

Para terminar, y hablando del ‘dedazo’: ¿Pablo Casado defiende esos principios para coronar a Pablo Pérez como cabeza de la lista municipal de Segovia? Pronto lo veremos.

El año 2019 entrará en España como entró 2009. Si este último fue un año horrible para los españoles, el año que entra llega con la fuerza del Ángel Exterminador de Buñuel.

Añadan ustedes a la inmensa deuda acumulada por el Estado un nacionalismo golpista y supremacista protegido y blanqueado por el gobierno de Pedro y Pablo y una gran carga de demagogia en la política económica y social que está dejando en mantillas la nefasta política con la que Zapatero nos llevó a los seis millones de parados y a la destrucción de las cajas de ahorro. El infierno está servido.

Aurora Limón