Vicepresidente por la mañana, jefe de campaña por la tarde

Puede parecer insólito, y lo es, que el vicepresidente único y consejero de la Presidencia de la Junta, José Antonio de Santiago-Juárez, compatibilice a partir de ahora y hasta el 26 de mayo su doble cargo institucional con la función de jefe de campaña de la candidata del PP a la alcaldía de Valladolid, la a la sazón consejera de Economía y Hacienda, Pilar del Olmo. Pero a poco que se conozca el papel de mentor político que el primero ha ejercido sobre su compañera de partido y gobierno, la cosa encaja perfectamente.
De Santiago Juárez, la mano que lleva lustros meciendo la cuna-diván de Juan Vicente Herrera, fue quien apadrinó en su día, año 2003, el nombramiento de Del Olmo -hasta entonces completamente neófita en política- como consejera de Hacienda. Y ambos han sido desde entonces uña y carne entre sí y con el propio Herrera, hasta el punto de que algún compañero de partido con reconocido gracejo para los apodos bautizó al trío como “Los 3 Sudamericanos”, sin precisar –tampoco hacía falta- quien de ellos era Jhonny y quien Casto Darío.
El asunto tiene además cierto componente patológico, cual es que el no haber podido ser alcalde de Valladolid constituye una reconocida frustración político-personal de De Santiago-Juárez. Una frustración de la que sin duda se redimiría en parte si Del Olmo accede a la poltrona municipal. Y habrá que estar atentos a la incorporación de otros peones del vicepresidente en la lista que encabece la actual consejera de Economía y Hacienda, que, con De Santiago en la trastienda, es muy posible que incluya en último lugar a su amigo del alma Javier León de la Riva, quién de paso sumará así méritos para conseguir colarse en la próxima candidatura del PP al Senado.
Dicho todo lo cual, y volviendo al principio, el hecho de que el vicepresidente de la Junta tenga tiempo para dirigir una campaña electoral de la intensidad que tiene la de la alcaldía de Valladolid da perfecta idea del grado de dejación y abandono al que ha llegado el gobierno zombi de la Junta, en el que dos de sus principales miembros se van a permitir en lujo en los próximos meses de centrar su actividad en un cometido ajeno a sus cargos públicos, por cierto remunerados como de dedicación exclusiva. Todo ello consentido por un presidente “pato cojo” al que ya que le resbala absolutamente todo. Ni a propósito podía reflejarse mejor la sensación de fin de ciclo que ya flotaba en el ambiente.
El Topillo de Castilla y León
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