El Centro Segoviano de Madrid, medalla de oro de la Provincia
“El Centro ha impulsado en las últimas décadas notables iniciativas, que han contribuido a la afirmación de nuestra identidad como segovianos”.
Por Joaquín González-Herrero
A propuesta del Presidente de la Diputación, Francisco Vázquez, el Pleno de la Corporación celebrado el 25 de abril de 2019 aprobó, por unanimidad y junto con otras distinciones, conceder al Centro Segoviano de Madrid la Medalla de Oro de la Provincia. Es el justo reconocimiento a un siglo al servicio a los hijos de esta tierra, que hubieron de dejar para buscar el sustento allende sierra, en Madrid, la vertiente meridional de nuestra Segovia.
Arranca así el año del centenario del Centro, que vio la luz el 6 de mayo de 1920, cuando 37 segovianos residentes en la capital de España se reunieron para fundarlo. Bajo la presidencia de Gonzalo Micó se oficializaba así la tertulia de segovianos promovida por el camarero Nicolás Solana, en la cafetería donde trabajaba, en la calle Conde de Romanones. Recientemente, se ha celebrado el acontecimiento, permaneciendo como testimonio un imponente mural de ocho metros de largo por tres de alto realizado por el artista José Luis Saura. Con el panorama de Segovia presidido por la sierra del Guadarrama como telón de fondo, recorre la historia de Segovia a través de sus hitos y personajes más emblemáticos.
Se instaló en la Plaza de San Miguel y promovió diversas iniciativas, como la multitudinaria manifestación de 1927 en la Plaza de las Ventas, a la que se desplazaron cerca de treinta grupos de danzas de la provincia. Tuvo desde entonces varias sedes. Pasó del Callejón de Álvarez Gato a la Plaza de Santiago; y de allí a la Carrera de San Jerónimo primero y luego a la Calle de Alcalá. En 1936 se asentó en la Calle Mayor 1, en un extenso inmueble de cerca de 1.500 metros cuadrados, con diversas dependencias. Acogerían, a modo de cuartel improvisado, las Milicias Antifascistas Segovianas. Hasta 566 combatientes formaron en el batallón, al que se le asignó la defensa de Madrid en el frente del barrio de Usera. Allí caería el noble cuerpo de Emiliano Barral, su presidente, alcanzado por la metralla de un mortero. Fue el 21 de noviembre de 1936. Entonces, su amigo Agapito Marazuela habría de sucederle.
Pasada la guerra civil, el Centro permaneció como lugar de encuentro de segovianos, así trabajadores como intelectuales, artistas y profesionales. Sus salones acogerían, como ateneo de todas las Segovias, a Aniceto Marinas, Teófilo Hernando, Antonio García Tapia o el marqués de Lozoya. Fueron años de esplendor, a la par que la provincia languidecía, entre el abandono y la despoblación. En los años de su mayor apogeo, el número de socios llegó a sobrepasar con creces los tres millares.
Debió trasladarse el Centro Segoviano a la calle Alburquerque 14, cuya propiedad adquirió por 16 millones de pesetas en 1964 gracias al apoyo de la extinta Caja de Ahorros de Segovia y de Fernando Albertos. La holgura de sus instalaciones le permiten acoger la celebrada sala de conciertos “Clamores” y el restaurante ‘La Huerta del Duque’. Garantizada así su autonomía y estabilidad -frente al declive de otras casas regionales- se erige el Centro en activa institución al servicio de la causa de Segovia.
Múltiples son las actividades sociales y culturales que desarrolla; entre ellas, el “Día de Segovia”. Y en torno al 5 de febrero se festeja a las alcaldesas, dedicado a las mujeres segovianas. Sin olvidar el parnasillo, la celebración de San Frutos Bendito, el 25 de octubre, con el villancico del Santo y la "tajada de conviviencia". Tampoco falta el campeonato de mus en honor de "Juanito el de la Taurina" ni el afamado cocido de hermandad que se degusta el último jueves de cada mes. De todos los rincones de Madrid acudimos a la cita nosotros, los segovianos, sintiendo una llamada ancestral para celebrar el rito de la convivencia, en torno a los deliciosos garbanzos de Valseca. Entonces oficia de mesonera mayor Encarnita, abnegada en el diario mantenimiento del Centro como lugar hospitalario que acoge a los segovianos en Madrid y a cuantos quieran acercarse a nuestra embajada en la capital del reino.
Conciertos, exposiciones, presentación de libros y discos, siempre centrados en la identidad de Segovia, han convertido al Centro Segoviano de Madrid en la meca de los segovianos del sur, la dársena donde hallar reposo, como el marino errante que llega a puerto buscando el sosiego del hogar tras de su largo periplo.
No es todo. El Centro ha impulsado en las últimas décadas notables iniciativas, que han contribuido a la afirmación de nuestra identidad como segovianos. Sobresale la institución de los premios “Tierra de Segovia: sus hijos y sus obras”, que se entregan el día de San Juan, cuando el sol nos ofrece el día más largo. Son los Premios Juan de Borbón, a la tarea más humanitaria; Marqués de Lozoya, a la mejor trayectoria cultural; Andrés Laguna, a la mejor presencia segoviana en Europa; Diego de Colmenares, a la mejor obra escrita por segovianos; Antonio García Tapia, a la mejor tarea asistencial; Aniceto Marinas, a la mejor trayectoria profesional artística; Juan Bravo, al Espíritu de Trabajo, de Lucha, de Coraje; Domingo de Soto, al mejor libro escrito sobre Segovia o los Segovianos; Tomás Pascual, a la mejor tarea empresarial; Teófilo Hernando, a la Mejor Trayectoria de una Vida; Arsenio Martínez Campos, a la Solidaridad y Concordia humanas; y Fray Antonio de Villacastín, a la atención, cuidado y restauración del Patrimonio Monumental Europeo.
Y junto a los anteriores, ha instituido el Centro el “Premio Manuel González-Herrero, de Fidelidad a la Tierra” vinculado a su Memorial que, desde su fallecimiento el 14 de febrero de 2006, ha manteniendo vivo su recuerdo. Una lápida lo perpetúa en piedra sepulvedana de rosa caliza, en la Plaza de Somorrostro de Segovia; exactamente allí donde consagrara largas horas a la meditación de nuestra tierra. Se convierte así el Centro en el alter ego de las intituciones públicas, complementado su labor allí donde aquéllas no han llegado. Así ha ocurrido también con el bajorrelieve en bronce del escultor Julio López Hernández dedicado al Marqués de Lozoya, en la Plaza de la Trinidad, vecino al Convento de las Dominicas, donde reposan los restos del gran historiador del arte.
No sólo ha sido el Centro ágora espiritual de los segovianos de la diáspora. También, lugar de reflexión del futuro de nuestra tierra. En efecto, ha impulsado la Asociación de Hosteleros Segovianos. Y se ha convertido en el magma original y claustro materno de la floreciente Asociación de Empresarios Segovianos en el Exterior (AESE). Agrupa a destacados industriales y directivos que viven y trabajan fuera de la provincia. Los tengo por mis amigos. Son gentes emprendedoras nacidas en Segovia, que dejaron un día impulsadas por la necesidad a veces, otras por el anhelo de prosperar, y que hoy lideran los sectores económicos y empresariales en que desarrollan su actividad. Su testimonio evoca el espíritu indómito de aquellos repobladores que un día dieron lugar al nacimiento de Castilla. Admirables, sencillos y generosos son estos segovianos, todo un ejemplo para nuestros hijos.
El Centro representa lo mejor de nuestra tierra. Segovia está allí en estado puro, intacto el primigenio espíritu creador y fundacional de aquellos que nos precedieron, capaces de extender los dominios de Segovia al otro lado de la sierra para hacer de Madrid el Sur de Segovia. Estos emprendedores de la AESE nos enseñan el camino. Segovia no solo mira al Sur. Segovia está allí, y su parte meridional debe volver sus ojos al septentrión, para convertirse en el desarrollo natural de este Madrid saturado. Segovia mira a Madrid, porque la necesita; tanto como Madrid a Segovia. En verdad, son el haz y el envés de una misma realidad, vertebrada por la sierra, que no es vierteaguas separador sino cumbrera que abraza el mismo ser. Han de volver a unirse.
Antonio Horcajo, nuestro presidente, bien lo ha comprendido. En verdad le es debida la prosperidad del Centro, como alma mater de tan prodigiosa como incesante fuente de iniciativas. El Centro se ha convertido gracias a él en manantial original donde habita el espíritu de la tierra. Quieran los hados que cuanto allí se medita vea la luz un día. Y que Segovia reencuentre el futuro que un día extraviara, al sentenciarse su declive cuando se apagaba el siglo XVI. Poco ha ayudado a ello el desacierto autonómico, origen de un sinfín de agravios, enriqueciendo a los pudientes y empobreciendo a los débiles. Quieran aquellos hados que, ante el declive del invento, próximo a su agotamiento, a Segovia le sea dada otra oportunidad, como la Castilla del Sur que es, entre la Castilla del Norte y la Mancha. Porque entonces, con Madrid y junto a Ávila y Guadalajara, podrá reencontrar su destino perdido. El Centro Segoviano en Madrid lo está aguardando, quizás como algo presentido -en ocasiones, mera conjetura; ahora, verdadera esperanza- ya desde su nacimiento.
Joaquín González-Herrero
Miembro de la Junta Directiva del Centro Segoviano de Madrid
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