Como bien apuntó en su momento Ciudadanos, que antes defendía su supresión, las Diputaciones constituyen un hábitat político en el que anida con extraordinaria facilidad el caciquismo, el clientelismo, el amiguismo, el enchufismo y otros cuantos “ismos”, incluido el nepotismo. De ahí que constituyan un objeto oscuro de deseo en el seno de los partidos, donde se utilizan como instrumento de poder en un doble plano: a nivel interno, para consolidar posiciones, y a nivel externo para tejer redes de influencia territorial. Nada que no supiéramos.

Por eso no resulta casual ni sorprendente que el proceso de renovación de las Diputaciones haya provocado graves conflictos provinciales tanto en el PP como en el PSOE. La habituales tensiones internas desatadas por el elección/selección de los diputados han desencadenado en esta ocasión crisis de alcance hasta ahora inusitado.

Tres días después de que el PP completara la elección de sus nuevos diputados provinciales de Valladolid, nadie sabe exactamente si el presidente provincial del partido sigue en sus funciones, ha sido destituido o simplemente se halla en paradero desconocido. Tal es la confusión después de que “fuentes de Génova” anunciaran en la tarde del viernes la destitución y expulsión de Jesús Julio Carnero alegando la pérdida de confianza por parte de la dirección nacional.

El motivo es que Carnero hizo caso omiso a la petición de Génova de que se retirara de la carrera por seguir presidiendo la Diputación a fin dejar paso hacia el cargo al alcalde de Simancas, el abulense Alberto Plaza, amigo personal de Pablo Casado. Tras el impulso inicial de arrojar al presidente provincial a las tinieblas, en Madrid parece que lo están pensando mejor, conscientes de que ello provocaría un motín interno de resultas del cual el PP perdería la Diputación vallisoletana. Y hasta ahí no parece que esté dispuesto a llegar Casado, que, tras ser el gran el responsable del desaguisado de su partido en Ávila, ha entregado a Ciudadanos la alcaldía de Palencia con gran cabreo de las bases palentinas.

La selección de los diputados socialistas por Valladolid le ha jugado una mala pasada a la secretaria provincial del PSOE, Teresa López, quien, en su afán de aferrarse al cargo de portavoz del partido en la Diputación, ha tenido la imprudencia de pisar un delicado callo. López, que debería haber dimitido fulminantemente tras la estrepitosa pérdida de la alcaldía de Medina del Campo, se ha permitido ningunear nada menos que alcalde de Valladolid, Óscar Puente, otrora su máximo valedor. Puente le había pedido que incluyera en la lista de nuevos diputados a determinada concejala de la capital y López ha ignorado la petición. La consecuencia es que el alcalde y hombre fuerte del PSOE vallisoletano le ha enseñado a la secretaria provincial la puerta de salida, que más pronto que tarde está abocada a tomar.

Por su parte, el otro secretario provincial socialista fracasado en las elecciones municipales, el zamorano Antidio Fagúndez, no ha tenido mejor ocurrencia que vetar el acceso a la Diputación zamorana del alcalde de Toro, Tomás del Bien, recien reelegido en el cargo tras lograr una rotunda mayoría absoluta. Sosloyando el veto, Del Bien ha salido elegido diputado y Fágundez anuncia un expediente para expulsarlo del partido. El mundo al revés: El perdedor de unas elecciones que deberían haberle llevado a dimitir como secretario provincial pretende expulsar del PSOE al alcalde que ha proporcionado al partido el mejor resultado en toda la provincia. Definitivamente, la política se está convirtiendo a marchas forzadas en cosa de locos...

El Topillo de Castilla y León