Plazas mayores
"En nuestra provincia contamos con una variada y típica colección de Plazas Mayores, y en casi todas destacan los soportales, el edificio del ayuntamiento y en vecindad, el Frontón para la práctica del juego de la pelota".
Las hay rurales, palaciegas, mercantiles, amplias o recoletas, pero todas descienden de los tiempos milenarios de fenicios, griegos y romanos. Las más próximas a nuestra cultura, son hijas de los foros romanos de nombres míticos, como el Forum Limicorum, el Augustanun, y tantos otros cuando Hispania era provincia romana. Más tarde, en tiempos de Al-Andalus, en el Califato de Córdoba florece una espléndida y refinada civilización urbana, donde aparecen zocos y almuzaras, en cuyos espacios libres tuvieron asiento los comerciantes.
En el amueblamiento urbano medieval, las plazas desempeñan un importantísimo papel en el desarrollo de la economía, y por su entramado social se desarrolla gran parte de la vida ciudadana. Fueron los Reyes Católicos quienes junto a la personalidad mercantil de la plaza mayor, añaden el elemento más significativo que ha llegado hasta nuestros días. Era deseo de los Monarcas que las ciudades y villas deben ennoblecer teniendo casas grandes y bien hechas, “en que fagan sus ayuntamientos y concejos y en que ayunten las Justicias y Regidores y Oficiales” para el buen gobierno ciudadano; y este deseo lo extienden a todas las ciudades, villas y pueblos de su reino, según nombre añadiendo el término “Municipal”, y consiguientemente el edificio más importante de tal espacio es la Casa Consistorial.
La Plaza Mayor pertenece a una cultura arquitectónica concreta y regulada. Es el corazón urbano por excelencia que marca el pulso y la tensión de la vida ciudadana. Pueblo, ciudad y villa, a lo largo y ancho de la geografía española, son espléndido muestrario lleno de sugerencias culturales, acomodando sus arquitecturas a las características y peculiaridades regionales.
En nuestra provincia contamos con una variada y típica colección de Plazas Mayores, y en casi todas destacan los soportales, el edificio del ayuntamiento y en vecindad, el Frontón para la práctica del juego de la pelota. También en muchas de ellas alza su estructura la iglesia parroquial. Junto al sonido de las campanas eclesiásticas, se escucha el de los relojes que marcan las horas, y acompañan al vecindario en toda ocasión.
Sin que nos presida el sentido de la exclusiva, traemos a estas páginas la Plaza Mayor de Santa María la Real de Nieva. Abierta, inundada de luz, rural y burguesa al mismo tiempo, cuyo amplio solar recoge, hecho vértice, a siete calles. Ostenta dos presidencias arquitectónicas. Por una parte, la fábrica del templo conventual, y hoy parroquia, de Santa María. La reina Catalina de Lancaster lo edifica a su costa entregándolo en el año 1399 a los frailes de la Orden de Predicadores. Y por otra, el edifico del Ayuntamiento, con la planta baja, soportalada y señoriales arquerías que descansan sobre siete pilares. La planta superior tiene forma de galería con tres arcos, coronados por el edículo del reloj. Son de notar los soportales en uno de sus lados sobre los que descansan una teoría de casa de dos plantas, con revoco de color sepia alegrando todo el ámbito. Los balcones suelen ser individuales, algunos son volados, pero todos ellos dan gran sentido hogareño a quien contempla.
Estilos
La Plaza Mayor de Santa María armoniza tres estilos: el de arte medieval del templo, el isabelino del Consistorio, y el típicamente rural de sus casas. Es también un resumen del talante social de sus moradores. Labriegos, profesionales y, en tiempo no muy lejano, influenciado por la presencia de los Dominicos que durante años imparten docencia en un colegio muy prestigiado en la provincia.
Llama la atención del visitante un café, junto al Ayuntamiento, casi decimonónico, con divanes de peluche rojo o granate. Nota románica en esta plaza. Conviene recordar que en la Plaza Mayor se mantuvo desde sus más lejanos orígenes el ejercicio de un intercambio no sólo mercantil, sino también de ideas con la figura de la “tertulia”.
Hemos querido romper una lanza en defensa de las Plazas Mayores, y frenar así las muchas irrupciones de la arquitectura profesional y economista, que en ocasiones han deteriorado irreversiblemente su personalidad ambiental y sobre todo, su clima entrañable. Estas líneas servirán para despertar la sensibilidad y el cariño a las Plazas Mayores.
Publicado en Páginas de Segovia en noviembre de 1997
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