
Los diablillos volverán a recorrer entre antorchas, y escoba en mano, las calles de Sepúlveda, y pocas cosas quedan por ultimar en la villa.
Cada 23 de agosto, a las diez de la noche, la plaza de España de Sepúlveda apaga sus luces para ver salir de los alrededores de la iglesia de San Bartolomé a los protagonistas del rito; seis diablillos que, entre el fuego de la hoguera, van apareciendo por la calle que lleva el nombre del santo para corretear por la villa dando escobazos a aquellos que salen a su encuentro.
La creencia popular asegura que, en esta noche de agosto, el apóstol libera al diablo de las cadenas que lo atan, hasta que aproximadamente media hora después lo reclama de nuevo para volver a atraparlo. Entonces, los seis diablillos llevan a cabo una última carrera juntos y regresan a la iglesia para poner fin al ritual.
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