El mastín
“Todavía hay mastines que trotan sobre el tomillo, la salvia y los piornos resecos de los campos de Castilla”.
Es la más antigua de las razas caninas españolas. El mastín es una figura inseparable de nuestro paisaje, y su silueta aparece junto al tapial, el adobe, los álamos del río y la gracia esbelta de las torres. Viejo compañero de pastores y zagales que armoniza su trote con el del carnero manso y la música bronca del cencerro. Dueño y señor de las Cañadas Reales, por su lealtad y colaboración en defensa de los rebaños trashumantes, estaba protegido nada más y nada menos, que por las leyes de la Mesta. Perro fuerte y de carácter dulce para el hombre y la oveja, pero firme y valiente ante el peligro. Centinela por las majadas anunciando el dominio de su territorialidad con ladridos graves y profundos.
Este nómada prehistórico y después trashumante, es también un hijo del rebaño porque ha heredado de su raza este "karma" singular. El mastín de color amarillo, pío y corbato, leonado o atigrado, mantiene una fidelidad próxima al sacrificio frente al lobo, que es astuto y ágil, al que opone su enorme potencia. Por gargantas de la sierra, enhiesto sobre los riscos, o caminero en tierras de llanura, es una figura de gran protagonismo en la indiscutible cultura pastoril. Por su belleza y sosegada estancia también fue preferido por monarcas y señores feudales, y uno de nuestros grandes pintores, Diego Velázquez puso un mastín en el cuadro de las Meninas.
Este pero impasible a los duros vientos invernales, sestea de día y nunca duerme de noche, dando ojos y oídos y protección al corderillo recién nacido entre las retamas, a cuyo lado permanece avisando al pastor. Merodea alrededor de la majada y busca afanosamente a la oveja extraviada.
Todavía hay mastines que trotan sobre el tomillo, la salvia y los piornos resecos de los campos de Castilla. Viejos compañeros en las distancias del paisaje, señoriales recortándose contra el horizonte violeta de los tranquilos amaneceres. Por la historia de su raza circula un viento antiguo de romances, leyendas y nostalgias. A su lado, porque es el señor, el gran rabadán, nerviosos e incansables, los peones, los perros "careas", que se desfasan en inquietudes agrupando a las ovejas.
¡Cuántos secretos campesinos guardan en su mirada! En su noble cabeza duermen muchos resoles, muchas lunas, muchas humildades fieles.
Publicado en Páginas de Segovia en mayo de 1998
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